la pax de eurosia
por Gianni Valente
El presidente Nursultán Nazarbáev con los jefes de las delegaciones religiosas durante la ceremonia declausura del Congreso de Astana, en la tienda predispuesta cerca del monumento Baiterek
La luz oblicua y tibia de una tarde de comienzos de otoño inunda la explanada que rodea el Baiterek, elmonumento-símbolo del “renacimiento kazajo” que se proyecta hacia el cielo, cuando los delegados de las diecisiete confesiones religiosas salen de las diecisiete jurte, las tiendas de la tradición nómada dispuestasen círculo alrededor de la posmoderna torre de Babel, donde durante una media hora los grupos han invocado y dado las gracias a su manera a su propio Dios. Alrededor, las obras de los rascacielos ylas titánicas construcciones de vidrio y cemento dejan ya imaginar el perfil futurista de la que será la ciudadela del poder, donde se concentrarán los mandos militares y los ministerios de Astana, lanueva capital del Kazajstán postsoviético. En este escenario urbano dilatado, los grupitos de las delegaciones religiosas comienzan a confundirse en un abigarrado cóctel multirreligioso y multiétnico.Turbantes chiítas cerca de solideos violáceos episcopales, kefiah saudíes junto a negros balandranes rabínicos, suntuosas capas budistas al lado de los sayos oscuros de los frailes conventuales deAsís. Luego los jefes de las delegaciones suben al palco para rodear a su generoso anfitrión, el presidente kazajo Nursultán Nazarbáev, en los discursos de despedida. El rabino jefe askenazí de...
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