La Paz
Capítulo XI
Supremos bienes consisten en la paz, de igual modo que en la vida eterna. Tan estimable es la paz, que incluso en realidades terrenas y transitorias nada suena con un nombre más deleitoso, nada atrae con fuerza más irresistible; nada, en fin, mejor se puede describir.
Los que se consideran bienaventurados en una "felicidad terrenal" no se comparan a la felicidad generadapropia de la ciudad de Dios. El fin de la ciudad de Dios es la paz y la vida eterna, en cambio en la ciudad terrena no hay vida eterna, sino mortal, y la paz es tergiversada a nuestro humano entendiemiento de manera que se adhiere a vicios y otras acciones que consideramos placenteras, pero que en realidad no son equiparables con la paz eterna.
Capítulo XII
Todos desean vivir en paz con lossuyos, aunque quieran imponer su propia voluntad. Incluso a quienes declaran la guerra intentan apoderarse de ellos, si fuera posible, y una vez sometidos imponerles sus propias leyes de paz.
Incluso aquellos mismos que buscan la guerra no pretenden otra cosa que vencer. Por tanto, lo que ansían es llegar a una paz cubierta de gloria. ¿Qué otra cosa es, en efecto, la victoria más que la sumisiónde fuerzas contrarias? Logrado esto, tiene lugar la paz. Con miras a la paz se emprenden las guerras, incluso por aquellos que se dedican a la estrategia bélica, mediante las órdenes y el combate. Está, pues, claro que la paz es el fin deseado de la guerra. Todo hombre, incluso en el torbellino de la guerra, ansía la paz, así como nadie trabajando por la paz busca la guerra. Y los que buscanperturbar la paz en que viven no tienen odio a la paz; simplemente la desean cambiar a su capricho. No buscan suprimir la paz; lo que quieren es tenerla como a ellos les gusta.
Los mismos bandoleros, cuando intentan atacar la paz ajena con más seguridad y más violencia, procuran tenerla entre sus compinches. Y en el supuesto de que haya uno que sobresalga en fuerza, pero tan desconfiado de sus camaradasque no quiera saber nada con ninguno, obrando por su cuenta. En casa procura, con su mujer y sus hijos y demás que allí convivan, mantenerse pacífico. Naturalmente, satisfecho de que al menor signo se le obedezca sin rechistar. Y si no, monta en cólera, riñe, castiga y, si fuera necesario, restablece por el terror la paz de su hogar.
De ahí que la paz de los malvados, al lado de la de losjustos, no merece el nombre de paz a los ojos de quien sabe anteponer la rectitud a la perversión y el orden al caos. A pesar de todo, el mismo caos necesariamente ha de estar en paz con alguna de las partes en las que se halla, o con las que consta. De otro modo dejaría por completo de existir. Nada hay que pueda sustraerse de las leyes del supremo Creador y ordenador, que regula la paz del universo.En efecto, aunque del cadáver de un animal grande nazcan diminutos animalillos, todos estos seres minúsculos, en virtud de la misma ley del Creador, obedecen en sus propios y diminutos principios vitales a la paz de su salud. Y aunque las carnes de unos animales sean devoradas por otros, siempre encuentran las mismas leyes, extendidas por doquier, con el fin de armonizar en la paz los elementosconvenientes para la conservación de cada especie, sea cualquiera el sitio adonde vayan a parar, o los elementos a que llegue a unirse, o las sustancias en que se cambie o se transforme.
Capítulo XIII
1) La paz del cuerpo es el orden armonioso de sus partes. La paz del alma irracional es la ordenada quietud de sus apetencias. La paz del alma racional es el acuerdo ordenado entre pensamiento y acción.La paz entre el alma y el cuerpo es el orden de la vida y la salud en el ser viviente. La paz del hombre mortal con Dios es la obediencia bien ordenada según la fe bajo la ley eterna. La paz entre los hombres es la concordia bien ordenada. La paz doméstica es la concordia bien ordenada en el mandar y en el obedecer de los que conviven juntos. La paz de una ciudad es la concordia bien ordenada...
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