la pena de muerte
A lo largo de la historia la pena de muerte ha sido la pena por excelencia. Quienes han detentado el poder en las distintas épocas y culturas han encontrado en ella un instrumento determinante para imponer su modelo social; o para perpetuar, abiertamente y sin tapujos, sus propios privilegios. Los reyes, los sacerdotes de las distintas religiones, las cúpulas dirigentes decualquier sociedad, siempre han reivindicado de forma unánime, hasta tiempos muy recientes, el ejercicio legítimo, en determinadas circunstancias, de la máxima violencia contra sus súbditos: la pena de muerte. Para reforzar su autoridad, no se han limitado sólo a la ejecución física de aquellos que osaban desafiar el orden establecido, sino que de forma generalizada, la muerte debía llegarprecedida y acompañada del tormento, cumpliendo entonces la ejecución una triple función: castigar la transgresión, eliminar físicamente al transgresor y advertir al resto de la sociedad de los peligros que comporta el desafío a la autoridad. En tiempos pretéritos, la adopción de la pena de muerte por parte las distintas sociedades significó la negación del derecho a la venganza privada por parte delos individuos: el grupo, el clan, la comunidad, asumiendo la administración de la venganza, ponía freno de alguna manera a la subjetividad individual en casos de ofensas o agresiones. De esta forma, se limitaban las represalias privadas desmesuradas, así como las cadenas de sucesivas venganzas entre individuos o grupos. El traspaso de la gestión de la venganza del individuo a la sociedad fue unprimer paso. El segundo paso consistió en la elaboración de leyes, de forma que las sentencias dejaban de estar en manos del subjetivo criterio de quién administraba la justicia. El tercer paso consistió en la eliminación del tormento como método de interrogación, o como pena complementaria a la ejecución. El cuarto paso, todavía sin consumar plenamente, es la abolición de la pena de muerte. Elúltimo, el impulso de modelos judiciales basados en la redención y la reinserción social en lugar del castigo expiatorio. La abolición de la pena de muerte hay que enmarcarla, como un indicador más, dentro de la gran aventura de la humanidad por dotarse de unas formas de organización social más acordes con las necesidades vitales (materiales y emocionales) de todos sus miembros. Esta magna aventurasigue abierta: nos queda mucho por progresar en el gran proyecto de conseguir un mundo más justo. Dentro de este gran proyecto, la abolición de la pena de muerte y la tortura son dos objetivos irrenunciables.
En 1969 Pablo VI derogó la disposición del Tratado de Letrán de 1929, entre Italia y la Santa Sede, que establecía la pena capital para la persona que intentara asesinar al Papa (1). Esun dato indicativo de que la Iglesia, como otros estados o colectivos, ha variado su postura sobre la pena de muerte: del mismo modo que llevó a cabo esta modificación, también ha ido variando progresivamente su postura doctrinal sobre la última pena, poniendo cada vez más objeciones a su aplicación. Sin haber llegado, no obstante, a una postura contraria a ella en cualquier circunstancia (cosaque sí han hecho, en cambio, otras iglesias cristianas, o incluso sectores dentro de la misma Iglesia Católica, pronunciándose abiertamente en contra de la pena de muerte). Con motivo de la nueva edición del Catecismo, publicado en 1992 (impulsado por el papa Juan Pablo II, su redacción corrió a cargo de una comisión encabezada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger), no se introdujo unacondena tajante de la pena de muerte (como desde algunos sectores católicos se esperaba). El nuevo Catecismo contemplaba la aplicación de la pena de muerte "en casos de extrema gravedad". La revisión del Catecismo efectuada cinco años más tarde, en 1997, dejó el texto de la forma siguiente:
"La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la...
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