La Piedra Que Cae
El final
4:20 a.m. No había dormido en toda la noche, no es que no quisiera, mas bien no podía.
Podía escuchar las gotas de suero cayendo a mi izquierda, lenta y continuamente.Así como os ronquidos del hombre que yacía a mi lado, un hombre con una barba y enorme y aproximadamente 50 años de edad; lo había conocido el día anterior, era un hombre muy normal hasta que me dicuenta de la cicatriz que se alcanzaba a ver alrededor de su cabeza. Desde un principio me pareció muy tenebroso, especialmente porque la sala en la que estábamos era para enfermos terminales. Por esarazón, nadie solía hablar sobre sus enfermedades, todo lo contrario, al parecer cuando las personas están a punto de morir, se vuelven más positivas, aunque he de admitir, la agonía se refleja en los ojosde todos nosotros.
Una brisa de aire frio llego a mis pies, cosa ilógica considerando que me encontraba en el lugar más cerrado del hospital pero igual me cubrí, mientras, un letargo enorme me dejabacasi inmóvil, y ese espantoso olor a hospital me producía nauseas, ese olor, ese maldito olor.
El bosque
Cientos de árboles me cubrían del sol, el clima era cálido y agradable. Las hojas caídas delos árboles bajo mis pies, hacían más blando el suelo, a tal extremo que me hundía en Elia y parecía caminar sobre almohadas, me sentí seguro de avanzar a pesar de no saber donde estaba. Caminandodescubrí una vereda, como las que se hacen cuando la gente pasa muy seguido por ahí.
Salir, ese era mi propósito. Caminé kilómetros, horas, días, tal vez semanas en completa soledad; mas tarde me dicuenta de o evidente, no estaba cansado aunque no había dormido, a decir verdad, no recordaba ningún anochecer; un sueño, pensé. Mientras reflexionaba mi interesante teoría, me topé con el primer indiciode vida en el lugar. Un lobo color café. Pudo haberme seguido todo el tiempo pues el color de su pelaje se confundía con el de los árboles, pero tropezó y lo noté. En cualquier otro momento hubiese...
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