La piel del cielo

Páginas: 396 (98980 palabras) Publicado: 27 de noviembre de 2010
Elena Poniatowska La piel del cielo (c) De esta edición: 2001, Grupo Santillana de Ediciones, 5. A. Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Teléfono 91 7449060 Telefax 91 744 92 24 www.alfaguara.com

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(c) Cubierta: nuevacocina (c) Fotografía de cubierta: nuevacocina_andreabofferra

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- Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo? - No, no se acaba. - Demuéstramelo. - Te voy a llevar más lejosde lo que se ve a simple vista. Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con sólo Por eso la madre se doblegó a la urgencia en su hijo y al día siguiente, su pequeño de la compró un pasaje y medio de vagón de segunda Cuautla en la estación de San Lázaro. mirarse. la voz de mano, para

Que la locomotoraarrancara emocionó a LoRenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Por qué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iba acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo selevantó varias veces del asiento. «Allí viene el barranco; ahí se acaba todo.» En los ojos del niño, Florencia leyó el horror al vacío. - No, Lorenzo, vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Izta hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue y sigue, las puestas de sol dan la vueltay van a otros países. Nunca se acaban. Aquel viaje alimentó a Lorenzo durante meses. Antes de dormir volvía a repasarlo para descubrirle algo que se le había escapado. El viaje le planteaba dilemas. «Entonces lo que veo, mamá, es sólo una parte insignificante de la totalidad.» La alarmante limitación de los sentidos era motivo de otro desvelo. «¿Por qué el ojo no ve más allá? ¿Por qué no abarcamás campo? ¿Entonces, mamá, soy yo el que no da para más?» -Dentro de poco ya no tendré respuestas, las encontrarás en la escuela -advirtió. Florencia conocía las cosas de la Tierra y del cielo, la multitud de seres vivos en el aire y en el agua. «Esta noche tenemos que taparnos bien, porque va a hacer frío. Fíjate, m'hijo, cuántas estrellas y cómo brillan.» No había necesidad de escuela. Florenciagozaba enseñándoles a los cinco. No contó con que el mayor pondría en duda lo establecido. Sólo un libro de lectura le era suficiente, el de la naturaleza. «A ver, Emilia, pintame un círculo aquí sobre la tierra. Tú, Lorenzo, pintale otro encima.» Juan y Leticia eran espectadores. -Tú, Juan, dime qué es... -Son dos jitomates encimados.

Un ocho! -gritaba Lorenzo. Reían. Los círculos semultiplicaban, los palitos, los puntos sobre las íes y las historias acerca de la edad de los árboles, los anillos que en el tronco remontan los años, el polen en el centro de las flores, el cristal convexo que logra encender la fogata con el rayo del sol. 11 Florencia no dejaba de encandilarlo. La madre respondía a sus porqués como ningún maestro. Su rostro se cubría de sudor al jugar con sus hijos.Imposible permanecer inmune al sortilegio de su cuerpo, de sus piernas que daban pasos de danza siguiendo alguna música interior o zancadas fluidas como de río bajo enaguas también ondulantes. Lorenzo y Juan se parecían, el mismo torso, los mismos ojos inquisitivos el mismo nerviosismo. Cuánta gracia en Emilia y Leticia! Habrían flotado de no ser por su cercanía con la huerta. «Angelitas», las...
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