La plaza de las tres culturas y el jueves de corpus

Introducción

Para el futuro o para el pasado, para la época en que se
pueda pensar libremente, en que los hombres sean
distintos unos de otros y no vivan solitarios [...] para
cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda
ser deshecho.
GEORGE ORWELL

En los últimos años hemos presenciado el resurgimiento de la memoria. El ocaso del siglo
XX

trajo consigo un «vuelco haciael pasado y la emergencia de la memoria como

preocupación central». De esta forma, el olvido y el silencio cada día pierden terreno frente a
la voluntad por recordar. Enfrentamos nuevas definiciones y somos testigos de la
revaloración de algunas narrativas sobre pasados mediatos y no tanto. «A diferencia de la
concepción antropológico-filosófica de la modernidad, que privilegiaba eldesprendimiento
del pasado como signo de renovación indispensable para el progreso», actualmente «nuestro
presente está marcado por la voluntad (social) por recordar» y «por una exhortación
constante a ejercitar el ‹saber de la memoria›» (Waldman 2007, p. 11).
Una de las principales manifestaciones de este fenómeno se puede apreciar en la
llamada «obsesión conmemorativa». La euforia memorial encuentrasu máxima expresión en
los aniversarios, unos días antes y unos después de determinadas fechas se discuten el valor
simbólico y la dimensión histórica de los acontecimientos. En México estas manifestaciones
se han incrementado exponencialmente y alcanzaron su punto más álgido a raíz de los
festejos por el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución. Y más
concretamenteel cuarenta aniversario del movimiento estudiantil de 1968 fue la consigna
convocante de un sinnúmero de reuniones y encuentros en donde dialogaron y enfrentaron
diferentes formas de memorizar, en lo que se ha llamado la «disputa por la historia» o la
«disputa por la memoria». Algunos autores plantean que «En todos los casos, asistimos a
una proliferación de invocaciones a la memoria, a unarevaloración del peso del pasado que,
sin embargo, aparece articulada con una suerte de pérdida de la sensibilidad histórica»
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(Rabotnikof 2007, pp. 4-5). Así, además de los problemas económicos, políticos y sociales, el
espacio público mexicano es escenario de hechos concretos que demuestran la «persistencia
de un pasado que no quiere pasar» (Jelin 2002, p. 1).
En este contexto, lasciencias sociales en general, y la ciencia política en particular, no
escapan a dicha inercia. Hoy la memoria demanda el reconocimiento de su protagonismo en
los procesos de transición de las democracias —principalmente emergentes— y en la
construcción de los proyectos de nación. Ahora el interés de la acción política del presente
no apunta hacia el futuro anticipado, por el contrario todo pareceindicar que su objetivo es
la reconstrucción o invención de los «futuros del pasado» (Rabotnikof 2007, p. 5).
Estos planteamientos aparecen cada vez más frecuentemente en el plano institucional
y en ciertas áreas y niveles de los Estados modernos. En este sentido, «el núcleo de la
institucionalidad republicana se ve impelido a encarar cuestiones ligadas a dar cuenta de un
pasado que data devarias décadas atrás». Y generalmente surgen después de periodos de
«silencio institucional, de intentos (fallidos, por lo que parece) de construir un futuro
democrático sin mirar al pasado», ya que «la memoria es obstinada, no se resigna a quedar en
el pasado, insiste en su presencia»; silencios que, por otra parte, fueron superados por ciertos
actores y grupos sociales, quienes mantuvieronuna presencia significativa en el espacio
público y articularon «las demandas de saldar cuentas con el pasado (las demandas de justicia)
con los principios fundacionales de la institucionalidad democrática» (Jelin 2002, p. 2).
Por ello, no debe sorprendernos «la emergencia de una profunda seducción por las
huellas del pasado», dado que la memoria «constituye un núcleo sustantivo de pertenencia...