La poesía de Avelino Hernández
Avelino Hernández llega al territorio de la poesía, ya en su madurez creadora, como consecuencia natural de su evolución literaria: siempre enbusca de la sobriedad expresiva, libre de abalorios, en la que las palabras sean no solo la realidad misma sino también la experiencia vital y emocionada que los hombres sentimos al nombrarla; esaspalabras que son madera y tierra, brasa perenne, viento y agua, esas palabras que pueden palparse y nos acompañan desde la lejanía nocturna de los tiempos, configurando el mito y la leyenda, el relatooral de la memoria, la esencia de lo que fuimos y el vislumbre de lo que seremos. Un recorrido hacia las entrañas de la literatura, donde se difuminan las lindes entre géneros y se borran lasfronteras entre ficción y realidad —basta para comprobarlo la lectura de Mientras cenan con nosotros los amigos [Candaya, 2005], esa joya que Avelino dejó embastada para sus lectores antes de hacerse mar ymuerte—, un sendero hacia la difícil facilidad a la que solo llegan los grandes escritores. Como escribe Pedro Andreu en “Un canto a la vida”, prólogo a El septiembre de nuestros jardines [Casabierta,2005], primera entrega póstuma de la poesía del escritor soriano, “su prosa, desde siempre concisa y certera, había ido despojándose de ropa y acrecentando su lirismo, hasta hacerse verso.” Si a lalógica de su progresión literaria le sumamos la vivencia extrema de la certeza del ocaso —en la primavera de 2002, aquel hombre entregado y generoso supo que su destino final estaba ya grabado con tintaindeleble en el libro de la vida—, tendremos las claves para su interpretación: escribimos versos porque sentimos a nuestra espalda el aleteo de la muerte y la poesía, en su desnudez sagrada, es elúnico sortilegio capaz de iluminar epicúreamente la tragedia de lo inefable. El septiembre de nuestros jardines y Las bolsas de basura. Epigramas —reunidos en el volumen Poética [Casabierta, 2012],...
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