La Poza Relato

Cuento inconcluso
Había decidido ir al rìo, después de muchas cavilaciones, tal vez motivado por ese ego característico que siempre tenemos nosotros los varones o simplemente por esas resoluciones intempestivas que no obedecen a ningún criterio en particular, son solo eso; impulsos. María insiste en que coma algo, como si ya no lo hubiese hecho, es que en estos sectores del país , donde laspersonas acostumbran ingerir grandes cantidades de comida, resulta fácil que crean que uno les rechaza o algo parecido, lo cierto es que me sentía realmente satisfecho con ese opíparo desayuno, doña Rosa no dejaba de señalar que un joven que no quiere comer se debe únicamente a dos factores: el amor o la enfermedad, ignorando sus elucubraciones, salí armado de una bolsita donde había previamentedepositado unas hojas de coca, ancestral tributo de la naturaleza y muy cuestionada en la actualidad debido a su conexión con el no menos famoso estupefaciente, cogí también una botella mediana conteniendo cañazo, un licor característico de esta zona, confiando en estos elementos más la compañía de mi fiel perro cenizo me dirigí presuroso al camino, sorteando poco a poco el tramo, debo recordar quepara un sedentario extremo que tiende a abordar mototaxis, estando a solo unas cuadras, atravesar desfiladeros y cuestas resulta una verdadera proeza, y esta constituía una, a cada parte del camino los encuentros con los pobladores se hacían cada vez más lejanos.
ya bien adentrado al borde del río casi no se divisaba una rostro lugareño, sólo en la bajada y de manera curiosa se me acercó unaseñora de sombrero viejo, cuyo rostro presentaba una extraña mirada sombría-hola- me dijo soy tu tía Elvia- tu eres el joven Francisco verdad, el último de los Díaz- me interrogó con acucioso interés, no supe que responderle, primero porque no esperaba encontrarme con alguien, menos un familiar lejano y segundo porque estaba convencido que más a mi ,tenía otros hermanos a quienes nunca había tratado,sí le conteste de una manera poco gentil, entendiendo mi prisa me mandó saludos para mi padre y mi mamá, antes de corresponder su saludo con un gracias y darle la espalda, escuche una frase extraña Salir de sus arrugados labios: no te quedes hasta tarde…, y como ella podía saber de mis intenciones, a qué le temen tanto, no es este acaso un río como cualquier otro, tan solo había sido colocado en unsitial de mágico debido a la enjundiosa imaginación de sus pobladores, que prueba plausible hay de que se trata de un lugar siniestro, si examinamos la prueba solo han desaparecido animales, y esto solo se debería a lo profundidad que había adoptado, producto de una serie de derrumbes y lloviznas frecuentes, así que baje empinadas salientes y sentía el murmullo característico de la cercanía delrio, así como del viento detenido y del frío, ni compañero cenizo pareció entender mi tribulación y procedió a acercarse como infundiéndome valor, así que ya de lleno en este famoso afluente de la zona, empecé a escalar las enormes piedras, dado que no tenia la habilidad de mi acompañante me costó gran trabajo avanzar, a cada nuevo avance empecé a percibir ciertos frenos del can, el cual solo poruna resignación propia de su especie me acompaño hasta el inicio del último tramo, lo primero que llamó mi atención es que las rocas se habían separado bastante desde la última vez, es más la subida a la poza, parecía una empresa fácil, dado que ya no se percibía el escarpado y estrecho paso, hasta aquí mi fiel can me acompaño , ora por el frío o por el agua, se detuvo y yo comprendí resoluto quesi quería sacarme el clavo tenía que continuar avanzando aun mas, no sé si era mi ansiedad por encontrar algo o la mente que dibuja y recrea situaciones, pero por momentos ya no sentía la compañía del can, quien en efecto se había quedado en el ingreso de el último tramo, ora por el agua o tal vez por ese infalible sentido canino, sentido que debería haber respetado, de otra manera no estaría...