La pregunta de sus ojos
Un pinche me hizo una pregunta estúpida. Pedí en voz alta, a él y a todos, que por un rato no me interrumpieran.
Si lo molesto a estas alturas, tantos años después, es porque meveo en la obligación de aceptar el ofrecimiento que me hizo usted en nuestro último encuentro, cuando me relató las circunstancias que habían originado la puesta en libertad de Isidoro Gómez.
"Denuevo ese nombre", pensé. ¿También haría muchos años que Morales no lo pronunciaba? ¿O nunca se lo habría sacado realmente de la cabeza?
En aquella ocasión me dijo que si en algún momento yo pensabaque usted podía serme útil, no dudase en convocarlo. ¿Tomará como una osadía que me aferre, ahora, a ese ofrecimiento? Lo digo pensando en el enorme sacrificio que le impuse, involuntariamente, cuandoen 1976 usted tuvo que irse. Dudo que sirva de consuelo, pero le juro que pasé largos días buscando el modo de librarlo de semejante percance.
Me pregunté qué cara tendría ahora Ricardo Morales,para imaginarme el rostro que había detrás de esas palabras. Aunque me lo propusiera, no conseguía envejecerlo: seguía siendo el muchacho alto y rubio, de bigote pequeño, de ademanes lentos, deexpresión aterida, que había conocido casi treinta años antes. ¿Seguiría vistiéndose igual? Su estilo no tenía nada que ver con el de los muchachos de su edad, a principios de los años setenta. Me imaginé quesí, y noté que su manera de expresarse por escrito también sonaba antigua.
Es evidente que nunca encontré el modo de sustraerlo a esas dificultades, aunque me agradó saber, varios años después,...
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