La presencia
Me resultaba imposible no trasnocharme, como suele ser habitual en la edad del mal de amores ypesares casi absurdos; que vistos a la distancia, perecen intrascendentes, pero que en ese entonces no dejaban vivir.
Me acostumbre a el, nos acostumbramos, los dos, a la presencia del otro. Quien podríadecir quien era el invasor en ese pequeño living de departamento, con olor a cigarrillo y lleno de envoltorios de hamburguesas.
Podría creerse que tantas noches en vela me estaban haciendo mal,tanto como para sentir y escuchar cosas que no estaban ahí. Al punto era lo mismo, yo lo sentía, lo sabía en el cuarto conmigo.
Aquella noche, como para no ir contra la rutina, cambiaba de canal casi sinver la programación, de forma casi instintiva, cambiaba canales. Lo escuche en la puerta de la cocina, apoyando lo que suponía era su mano, o alguna extremidad o vaya a saber uno que. Estaba ahí.Era mas incomodo que atemorizante en ese entonces en el que ya le podría haber puesto un nombre. Se había convertido en un confidente mudo, el sueño de cualquiera al que le resultara imposible novomitar sus secretos al primero que le demostrara algo de confianza, o a quien también le vomitara los suyos.
-vení, hacete amigo- le dije, como insinuando que su presencia ya me resultaba intrascendente;cuando en realidad era su silencio lo que me incomodaba, o el saberlo siempre ahí, a espaldas mías, sin hacer otra cosa mas que ruiditos para delatarse.
Mientras decía esto, cambiaba de canal eltelevisor. Cuando detuve el zapping, en un canal de cine europeo, de esos que tiene el cable y que solo miran los jubilados nostálgicos o algún que otro personaje que solo recuerda el nombre de la...
Regístrate para leer el documento completo.