la princesa diaguita
Me faltan tus ojos, para ver los amaneceres y caminar los días...
"Existen historias, acontecimientos en la vida de algunas mujeres, que con el solo hecho de traerlos en el recuerdo sangran, se desgarran, como una flor madura por el viento. Y la leyenda de “La Princesa”, era una de ellas”.
Había nacido en las inmediaciones del Valle de Elqui, y todos los que laconocieron en su juventud, la llamaban así. Tuvo una infancia feliz, plena de dichas, sin mayores contratiempos. Soñaba con amores
densamente románticos, con finales típicos de los cuentos de hadas, que brindan el amor perfecto. En aquellas circunstancias no se le presentaban mayores contratiempos.
A la Princesa del Valle, le agradaba permanentemente recordar todos esos episodios de aquellosdistantes días, su memoria se hundía en el pasado para renovar antiguas vivencias: los paseos de tardes enteras de sol con esos amarillos anaranjados transparentes a la orilla del río, caminar por las diferentes calles, plazuelas; caminillos que sólo ella conocía, bajo los “Moros” que hacían reverencias cuando ella pasaba distraída y filosófica.
¡Cuán lejos se hallaba de esos asombrosos lugares, através del tiempo y la distancia!... ¿Dónde quedaron esas noches en que se dormía de un tirón?
Un muro áspero la separa con su doble dimensión temporal y espacial. Todo era fantástico en el pueblo en que ella residía, junto a sus padres y a cada uno de sus hermanos. Un mundo de extremada pureza; no sabía de dolores y angustias, todo consistía solamente en existir, vivir en ese mundo recreadomágicamente de mitos, ensueños, fantasmas, duendes y leyendas. ¿De dónde proviene esa ansiedad infinita?, se preguntará una y mil veces. Siente un dolor punzante en su costado izquierdo y un frío extraño que penetra hasta lo más profundo de su ser.
La Princesa inmortalizó los otoños que tenían un simple encanto. Paraíso inmaculado -como su alma-, un sol que conserva las energías del verano, ésto unidoal múltiple tinte de los cerros que “arden en púrpura y azafrán”. El espectáculo se exhibe en sus evocaciones recargadas de colores atractivos; pero también está el gris agónico -que es casi muerte-; con la irrupción de una perseverante neblina; desde El Tambo hasta Rivadavia, todo es luminosidad y energías exuberantes.
¡Cómo no perpetuar en aquellos períodos la melancolía, y la heredad de susamores juveniles! ¡Cómo no añorar la embriaguez de soles, mientras un frío inmisericorde apuñala sus huesos!
Era en esas jornadas primaverales, cuando más felicidad encontraba La Princesa, mientras los álamos de las laderas del “Cerro de la Virgen”, custodiando la línea férrea, intentaban exhibir sus medallones radiantes; los viñedos que ascendían vehementes los faldeos, o se desplegaban en laspropiedades bajas de Huancara, por la orilla del ferrocarril, cerca del túnel, pintarrajeando a plenitud lo extenso de la tarde, con un tono broncíneo.
Los higuerales del canal “Jaramillo” -con sus aguas recogidas de los diversos faldeos cordilleranos-, indistintamente redondeaban sus copas abultadas, que se iban atenuando lentamente, y más tarde, perezosamente, derrocharían todo su follaje,para transfigurarse en fantasmales esqueletos.
Así, todo se teñía de una coloración en sus recuerdos, que variaban desde las disímiles inflexiones, pasando desde un áureo hasta un carmesí considerablemente violento, con un fondo verdoso, doliente. Era una indestructible batalla sangrienta entre el matiz impresionista de un otoño que hiere, con sus atrevimientos de conquistador, y un veranorenuente, con su lozanía de clorofilas que resguardan su ya gastada hegemonía.
A la Princesa le resultaba fascinante esa ofensiva de la naturaleza, que se desplegaba cada año, exprimiendo los ramilletes de uvas, como ubres substanciosas en los viñedos, para luego metamorfosearse ya en espléndidos vinos, en el licor destilado de los alambiques. O bien, los racimos que su abuela María, colgaba en...
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