La Probabilidad Estad Stica Del Amor A Primera Vista Jennifer E

Páginas: 219 (54671 palabras) Publicado: 7 de abril de 2015








Y es que hay días en la vida en los que la vida y la
muerte merecen la pena1.


CHARLES DICKENS, Nuestro amigo común



PRÓLOGO


Podía haber salido de mil maneras distintas.
Por ejemplo, si no se hubiera olvidado el libro, no habría tenido que volver a entrar corriendo en casa mientras su madre la esperaba fuera con el coche en marcha, mientras del tubo de escape salía una nubede humo que se fundía con el calor del atardecer.
O incluso antes. Si no hubiera esperado hasta el último momento para probarse el vestido, entonces se habría dado cuenta antes de que los tirantes eran demasiado largos y su madre no habría tenido que sacar su viejo costurero y convertido la encimera de la cocina en una mesa de operaciones en un intento desesperado por salvar la vida a aquel tristetrozo de tela color lavanda en el último minuto.
O más tarde: si no se hubiera cortado con el papel mientras imprimía su billete, si no hubiera perdido el cargador del móvil, si no hubiera habido atasco en la carretera al aeropuerto. Si no se hubieran pasado el desvío o no se hubiera hecho un lío con las monedas en el peaje y estas no se hubieran caído debajo del asiento mientras los conductoresde detrás protestaban haciendo sonar el claxon.
Si la rueda de la maleta no hubiera estado torcida.
Si se hubiera dado un poco más de prisa en llegar a la puerta de embarque.
Aunque tal vez habría dado lo mismo.
Tal vez hacer recuento de todos los retrasos de aquel día era inútil, porque si no alguna de esas, habría sido cualquier otra cosa: el tiempo en el Atlántico, lluvia en Londres, nubes queamenazan tormenta en Nueva York durante una hora antes de proseguir su camino. Hadley no cree demasiado en cosas como el destino o la fatalidad, pero lo cierto es que tampoco ha creído nunca demasiado en la puntualidad de las líneas aéreas.
Y de todas maneras, ¿cuántos aviones despegan a su hora?
Nunca en su vida ha perdido un vuelo. Ni una sola vez.
Pero cuando esta tarde llega por fin a la puertade embarque se encuentra a los auxiliares de vuelo cerrando el acceso y apagando los ordenadores. El reloj de la pared marca las 18.48 y justo detrás de la ventana puede verse el avión como una gigantesca fortaleza de metal; por la expresión de las caras de los presentes queda claro que nadie más va a embarcar.
Ha llegado cuatro minutos tarde, lo que, bien pensado, no parece mucho; una pausa parala publicidad, el descanso entre dos clases, el tiempo que lleva calentar un plato precocinado en el microondas. Cuatro minutos no es nada. Todos los días en todos los aeropuertos del mundo hay personas que suben al avión en el último momento, jadeando cuando colocan su equipaje en los compartimentos superiores y se dejan caer en sus asientos con un suspiro de alivio mientras el aparato enfila lapista de despegue rumbo al cielo.
Pero no Hadley Sullivan, que suelta distraída su mochila mientras permanece de pie junto al ventanal, mirando al avión alejarse de la rampa con forma de acordeón, los motores de las alas rotando cuando se dirige hacia la pista de despegue sin ella.
Al otro lado del océano, su padre está haciendo el último brindis y los empleados del hotel pulen con guantesblancos la plata para el banquete de mañana. Detrás de ella, el chico que tiene el asiento 18 C para el siguiente vuelo a Londres se está comiendo un donuts glaseado, ajeno a la mancha de azúcar que este ha dejado en su camisa azul.
Hadley cierra los ojos solo un instante y cuando los vuelve a abrir el avión ha desaparecido.
¿Quién habría imaginado que cuatro minutos lo cambiarían todo?


I
18.56,HORA DEL ESTE DE ESTADOS UNIDOS
23.56, HORA DEL MERIDIANO DE GREENWICH


Si eres claustrofóbico, los aeropuertos son cámaras de tortura.
No es solo la inminencia del viaje —apretujados en asientos como sardinas en lata y después catapultados en el aire dentro de un estrecho tubo de metal—, también las terminales, la gente con prisa, la confusión propia del lugar, un zumbido agitado y vertiginoso,...
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