La promesa

Páginas: 55 (13506 palabras) Publicado: 25 de abril de 2015
LEYENDAS SEVILLANAS de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
La promesa, Maese Pérez, el organista y La venta de los gatos
LA PROMESA (1863)
-IMargarita lloraba con el rostro oculto entre las manos;
lloraba sin gemir, pero las lágrimas corrían silenciosas a lo
largo de sus mejillas, deslizándose por entre sus dedos para
caer en la tierra, hacia la que había doblado su frente.
Junto a Margaritaestaba Pedro, quien levantaba de cuan10 do en cuando los ojos para mirarla y, viéndola llorar, tornaba
a bajarlos, guardando a su vez un silencio profundo.
Y todo callaba alrededor y parecía respetar su pena. Los
rumores del campo se apagaban; el viento de la tarde dormía,
y las sombras comenzaban a envolver los espesos árboles del
15 soto.
Así transcurrieron algunos minutos, durante los cuales seacabó de borrar el rastro de luz que el sol había dejado al
morir en el horizonte; la luna comenzó a dibujarse vagamente sobre el fondo violado del cielo del crepúsculo, y unas tras
20 otras fueron apareciendo las mayores estrellas.
Pedro rompió al fin aquel silencio angustioso, exclamando
con voz sorda y entrecortada y como si hablase consigo
mismo:
-¡Es imposible, imposible!
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Después, acercándose ala desconsolada niña y tomando
una de sus manos, prosiguió con acento más cariñoso y
suave:
-Margarita, para ti el amor es todo, y tú no ves nada más
allá del amor. No obstante, hay algo tan respetable como
30 nuestro cariño, y es mi deber. Nuestro señor el conde de
Gómara parte mañana de su castillo para reunir su hueste a
las del rey Don Fernando, que va a sacar a Sevilla del poder
de losinfieles, y yo debo partir con el conde. Huérfano oscuro, sin nombre y sin familia, a él le debo cuanto soy. Yo le he
35 servido en el ocio de las paces, he dormido bajo su techo, me
he calentado en su hogar y he comido el pan a su mesa. Si
hoy le abandono, mañana sus hombres de armas, al salir en
tropel por las poternas de su castillo, preguntarán maravillados de no verme: «¿Dónde está el escuderofavorito del conde
40 de Gómara?» Y mi señor callará con vergüenza, y sus pajes y
sus bufones dirán en son de mofa: «El escudero del conde no
es más que un galán de justas, un lidiador de cortesía».
Al llegar a este punto, Margarita levantó sus ojos llenos de
lágrimas para fijarlos en los de su amante, y removió los
45 labios como para dirigirle la palabra; pero su voz se ahogó en
un sollozo.
Pedro,con acento aún más dulce y persuasivo, prosiguió
así:
-No llores, por Dios, Margarita; no llores, porque tus
50 lágrimas me hacen daño. Voy a alejarme de ti; mas yo volveré
después de haber conseguido un poco de gloria para mi
nombre oscuro.
El cielo nos ayudará en la santa empresa; conquistaremos
a Sevilla, y el rey nos dará feudos en las riberas del Guadal5

quivir a los conquistadores. Entoncesvolveré en tu busca y
nos iremos juntos a habitar en aquel paraíso de los árabes,
donde dicen que hasta el cielo es más limpio y más azul que
el de Castilla.
Volveré, te lo juro; volveré a cumplir la palabra solemne60 mente empeñada el día en que puse en tus manos ese anillo,
símbolo de una promesa.
-¡Pedro! -exclamó entonces Margarita dominando su emoción y con voz resuelta y firme-. Ve, ve amantener tu honra.
-Y al pronunciar estas palabras se arrojó por última vez en
65 los brazos de su amante. Después añadió con acento más
sordo y conmovido:
-Ve a mantener tu honra; pero vuelve, vuelve a traerme la
mía.
Pedro besó la frente de Margarita, desató su caballo, que
70 estaba sujeto a uno de los árboles del soto, y se alejó al galope
por el fondo de la alameda.
Margarita siguió a Pedro conlos ojos hasta que su sombra
se confundió entre la niebla de la noche; y cuando ya no
pudo distinguirle, se volvió lentamente al lugar, donde le
75 aguardaban sus hermanos.
-Ponte tus vestidos de gala -le dijo uno de ellos al entrar-,
que mañana vamos a Gómara con todos los vecinos del
pueblo para ver al conde, que se marcha a Andalucía.
-A mí más me entristece que me alegra ver irse a los...
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