La prosion de la libertad
El mendigo ciego al que todos llamaban Insh'allah (Lo que Dios quiera), continuó su relato, vuelto hacia el califa:
“Ya oíste, oh señor de todos los creyentes, cómo caí bajo el influjo de aquel perro griego borracho y consumidor de carne de cerdo que se hacía pasar por filósofo y que con su palabrería me hizo dudar de la sabiduría y del poder de Alá -¡alabado seasu nombre!- y de la única y verdadera enseñanza de sus profetas -¡bendito sea el Señor!- convenciéndome con toda clase de artimañas de que el hombre tiene libre albedrío y es capaz de producir el bien o el mal según su propio juicio y su propia fuerza. Esto es blasfemia, pues significaría que la criatura puede sorprender a su creador y que también para el Ser Supremo rige el antes y el después, esdecir, que no estaría por encima del tiempo, sino sometido a él como todo lo que él ha creado.
Pero tú, oh señor de todos los creyentes, sabes bien que el hombre en presencia del Eterno -¡alabado sea!- no es más que un grano de arena en el desierto y así como éste es arrastrado por el viento de un lado a otro y no puede moverse por sí mismo, así la voluntad de Alá -¡su paz sea contigo, señor!-nos mueve a esta o aquella acción, ya que por propia decisión no somos capaces de nada. Así ha sido desde el principio de los tiempos y así será su fin, pues sólo él, que está por encima de todos los tiempos, conoce el final de las cosas y nuestros más secretos deseos y acciones en todo detalle y desde hace eternidades. Por eso escucha, oh señor de todos los creyentes, cómo la bondad y el rigordel Todopoderoso actuaron conmigo para conducirme a la total sumisión a su santa voluntad, permitiendo que Iblís, el Mentiroso , me tentara y cegara durante un tiempo.
Yo era entonces un joven en la flor de la edad y lleno de la vana presunción que el veneno del griego había destilado en mi corazón. Creía que mi felicidad y mis riquezas se debían a mi talento y saber de comerciante. Perdía misdías en disquisiciones filosóficas con aquel presunto maestro y amigo, y mis noches en interminables orgías. Pensé que ya no tenía que obedecer el orden revelado por Al a través de sus profetas; abandoné las oraciones y las abluciones prescritas y fui descuidando todos los demás mandamientos de nuestra religión.
Por fin llegué hasta el punto de no cumplir el mes de ayuno, e incluso comí y bebítodo el día 27 del Ramadán en el que se celebra el Lailat al Kadr . Mis criados, escandalizados por mi proceder y aterrados ante la desgracia que así atraía sobre mi casa, huyeron. Yo me reí de ellos y prometí castigarlos públicamente cuando regresaran al día siguiente. Aquella noche me hallaba solo, borracho y medio adormilado por mis excesos, por lo que no sé decir de dónde surgió la belladanzarina que de repente vi en mi diwan . No la había llamado y no la conocía. Era como si hubiera tomado cuerpo de los dulces efluvios del hachís que brotaban de mi narguile.
La muchacha llevaba un vestido suelto de velos negros con hilos de plata que dejaba traslucir el brillo ebúrneo de sus bien formados miembros. Su rostro era como la luna llena, sus labios competían con las rosas de Samarcanda.Su pelo, que le caía hasta las corvas, tenía el color del plumaje del cuervo y sus manos y pies estaban enrojecidos de henna. El perfume que su cuerpo exhalaba era tan embriagador que pensé tener ante mí una hurí . Empezó a girar en su danza y a doblar su delicado cuerpo mientras sus pulseras de oro tintineaban y los cascabeles de plata de sus tobillos imitaban el dulce cri-cri de los grillos. Laacompañaba una música de tan arrebatador apasionamiento que no pude contenerme más.
-¿Quién eres, oh joya exquisita del amor? -exclamé-. Has de pertenecerme aunque me cueste todas mis riquezas. Dime lo que deseas.
Me pareció que de pronto el mundo retenía la respiración y que el tiempo se paraba. La bella se acercó, cayó de rodillas ante mí y abrazó mis pies.
-Oh, señor -respondió con...
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