la prueba

Páginas: 340 (84896 palabras) Publicado: 5 de febrero de 2014
Intriga, acción, corrupción, malos tratos, abogados al límite de la ley.
Pistas
y
pruebas
que
van
desentrañando un enredo que sorprende en cada capítulo. A la altura de los grandes del género
americano, una autora española, Carmen Gurruchaga, se adentra en el thriller judicial para demostrar

que nuestra realidad puede ser tan apasionante o más que la de fuera de nuestras fronteras.Personajes
de carne y hueso, un puzzle de casos que encajan a la perfección y que denuncia muchas de las
situaciones que vivimos y leemos cada día.
Un debut literario brillante, una autora conocida por su afilada pluma. Una novela que no dejará
indiferente a nadie.
«No existe un solo modelo de democracia, o de los derechos humanos, o de la expresión cultural para
todo el mundo. Pero para todoel mundo, tiene que haber democracia, derechos humanos y una libre
expresión cultural».
KOFI ANNAN
A mi padre, que
siempre estará en mi cabeza
y en mi corazón.

PRIMERA PARTE

UNO
Antes de la hora del desayuno, Jimena Beltrán siempre seguía la misma rutina.
Primero
aporreaba
el
despertador; luego, cuando comprobaba que era incapaz de volverse a dormir por más que lo intentara,
pormuchas vueltas que diera tratando de buscar la postura más cómoda para recuperar el sueño que
acababa de escapársele, se desperezaba
lentamente,
estirando
despacio cada uno de sus miembros, buscando en las esquinas de la cama ese espacio
entre
las
sábanas
que
conservaba restos de frío y, finalmente, sólo porque no le quedaba más remedio, terminaba por
levantarse.
Se
encaminaba
a
laducha
refunfuñando y arrastrando los pies; salía fresca y renovada, pero más enfadada todavía, rumiando
improperios contra el mundo, el horario laboral y la necesidad de madrugar, y se maquillaba y vestía
mientras terminaba de hacerse el café. Se lo bebía rápido, sin apenas saborearlo, y pocos minutos
después ya estaba en la calle. En su boca se mezclaba su sabor con el de la pasta de dientesy, justo
antes de salir, volvía a escupir unas cuantas maldiciones más que, invariablemente, morían en cuanto
el ascensor llegaba al portal. Antes de empujar con fuerza la pesada puerta de metal inspiraba
profundamente y, cuando terminaba de abrirla, ya era la Jimena de siempre, la que todos conocían, la

que se deshacía en sonrisas con la señora Julia, la portera, y dedicaba un par debromas subidas de
tono a Susana, la propietaria de la tienda que ocupaba la planta baja de su edificio y que a esas horas
solía encontrarse fuera, abriendo la reja metálica, limpiando el coqueto escaparate o sacudiendo el
felpudo ante su puerta.
A medida que bajaba la calle, estimulada por los saludos y las sonrisas, Jimena comenzaba a
animarse, sus tacones se arrancaban a repiquetear cuestaabajo y, movida por la alegría de sus propios
pasos, las nubes terminaban por despejarse. Entonces buscaba, casi de manera instintiva a fuerza de
repetir una y otra vez la costumbre, su cartera dentro del bolso y, pocos metros antes de toparse con el
primer mendigo tirado en la acera, ya llevaba las monedas en las manos. Siempre procuraba hacerse
con cambio suficiente antes de terminar el día, esole evitaba tener que recurrir por las mañanas a los
billetes y, también, la primera bronca de la jornada, la que le echaría Roberto en cuanto llegara a la
oficina al enterarse de que, de nuevo, se había dejado más de cinco euros en limosnas.
Pero ella no tenía la culpa de ser generosa, ni de que fuera la suya una vía tan concurrida, ni tampoco
de que cada vez
hubiera
más
necesitados
ypedigüeños en Madrid, ni mucho menos de que el límite marcado por sus compañeros fuera tan
exiguo.
Definitivamente, no tendría que haberles permitido fijárselo. Ya era mayorcita y responsable y no
necesitaba que nadie le impusiera normas ni restricciones. Mucho menos ellos. Qué sabrían esos hijos
de la abundancia, con su educación y los desahogos a los que desde niños estaban acostumbrados, lo...
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