La reina del sur
Arturo Pérez– Reverte
INDICE
1. Introducción 2.
3. 1– Me
caí de la nube en que andaba.
Dicen que lo vio la ley, pero que sintieron frío.
4. Cuando los años pasen.
5.
Vámonos donde nadie nos juzgue.
6. Lo que sembré allá en la sierra.
7.
Me estoy jugando la vida, me estoy jugando la suerte.
8. Me marcaron con el Siete.
9.
Pacas de a kilo.10.También las mujeres pueden.
11.
Estoy en el rincón de una cantina.
12.Yo no sé matar, pero voy a aprender.
13.
Qué tal si te compro.
14.En dos y trescientos metros levanto las avionetas.
15.
Y van a sobrar sombreros.
16.Amigos tengo en mi tierra, los que dicen que me quieren.
17.
Carga ladeada.
18.La mitad de mi copa dejé servida. 19.Epílogo
0. Introducción Sonóel teléfono y supo que la iban a matar. Lo supo con tanta certeza que se quedó inmóvil, la cuchilla en alto, el cabello pegado a la cara entre el vapor del agua caliente que goteaba en los azulejos. Bip–bip. Se quedó muy quieta, conteniendo el aliento como si la inmovilidad o el silencio pudieran cambiar el curso de lo que ya había ocurrido. Bip– bip. Estaba en la bañera, depilándose la piernaderecha, el agua jabonosa por la cintura, y su piel desnuda se erizó igual que si acabara de reventar el grifo del agua fría. Bip–bip. En el estéreo del dormitorio, los Tigres del Norte cantaban historias de Camelia la Tejana. La traición y el contrabando, decían, son cosas incompartidas. Siempre temió que tales canciones fueran presagios, y de pronto eran realidad oscura y amenaza. El Güero se habíaburlado de eso; pero aquel sonido le daba la razón a ella y se la quitaba al Güero. Le quitaba la razón y varias cosas
más. Bip–bip. Soltó la rasuradora, salió despacio de la bañera, y fue dejando rastros de agua hasta el dormitorio. El teléfono estaba sobre la colcha, pequeño, negro y siniestro. Lo miró sin tocarlo. Bip– bip. Aterrada. Bip–bip. Su zumbido iba mezclándose con las palabras dela canción, como si formase parte de ella. Porque los contrabandistas, seguían diciendo los Tigres, ésos no perdonan nada. El Güero había usado las mismas palabras, riendo como solía hacerlo, mientras le acariciaba la nuca y le tiraba el teléfono encima de la falda. Si alguna vez suena, es que me habré muerto. Entonces, corre. Cuanto puedas, prietita. Corre y no pares, porque ya no estaré allí paraayudarte. Y si llegas viva a donde sea, échate un tequila en mi memoria. Por los buenos ratos, mi chula. Por los buenos ratos. Así de irresponsable y valiente era el Güero Dávila. El virtuoso de la Cessna. El rey de la pista corta, lo llamaban los amigos y también don Epifanio Vargas: capaz de levantar avionetas en trescientos metros, con sus pacas de perico y de borrego sin garrapatas, y volar aras del agua en noches negras, frontera arriba y frontera abajo, eludiendo los radares de la Federal y a los buitres de la DEA. Capaz también
de vivir en el filo de la navaja, jugando sus propias cartas a espaldas de los jefes. Y capaz de perder. El agua que le caía del cuerpo formaba un charco a sus pies. Seguía sonando el teléfono, y supo que no era necesario responder a la llamada yconfirmar que al Güero se le había acabado la suerte. Aquello bastaba para seguir sus instrucciones y salir corriendo; pero no es fácil aceptar que un simple bip–bip cambie de golpe el rumbo de una vida. Así que al fin agarró el teléfono y oprimió el botón, escuchando. –«Quebraron al Güero, Teresa.». No reconoció la voz. El Güero tenía amigos y algunos eran fieles, obligados por el código de los tiemposen que pasaban mota y paquetes de la fina en llantas de coches por El Paso, camino de la Unión Americana. Podía ser cualquiera de ellos: tal vez el Neto Rosas, o Ramiro Vázquez. No reconoció al que llamaba ni pinche falta que le hacía, porque el mensaje estaba claro. Quebraron al Güero, repitió la voz. Lo bajaron, y también a su primo. Ahora le toca a la familia del primo, y a ti. Así que corre...
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