La reina Zamora
El alférez real
Eustaquio Palacios
INDICE
De Cali a Cañasgordas
La hacienda de Cañasgordas
Doña Inés de Lara
Daniel
El domingo en la hacienda
De Cañasgordas a Cali
Cali en 1789
La Pascua
La enfermedad de Inés
La propuesta de don Fernando De Arévalo
Diana y Endimión
Los dos huérfanos
El paje y Arévalo
Una nueva Arcadia
La serenataLas bodas en Catayá
Desaparición
El Rodeo
Octubre en Cañasgordas
Remedio desesperado
Las sesiones del Ayuntamiento
La Jura de Carlos IV
Placer y dolor
El convento de San Francisco
Confidencias
El resto de la historia
Conclusión
De Cali a Cañasgordas
A principios del mes de Marzo de 1789, un sábado como a las cinco y media de la tarde, tresjinetes bien montados salían de Cali, por el lado del Sur, en dirección a la hacienda de Cañasgordas. Iban uno en pos de otro. El de adelante era un hermoso joven, como de veintidós años, de regular estatura. Color blanco sonrosado, ojos negros y rasgados y mirada severa un tanto melancólica. Apenas comenzaba a apuntarle el bozo y ya se notaban las sombras en donde pronto debían aparecer laspatillas.
Su vestido consistía en camisa de género blanco, con cintas de lo mismo al cuello, en vez de botones:chaqueta de color pardo ceniciento, y sobre ésta una manta de colores a listas. Llamada en el país |ruana, y sombrero blanco de grandes alas, de paja de |iraca. Los pantalones, del mismo género que la chaqueta, eran cortos, hasta cubrir la rodilla, y asegurados allí con una hebilla deplata. Medias blancas de hilo y botines negros de cordobán completaban el vestido del joven jinete. Por último llevaba |zamarros, pero no era en la forma de calzones que se les da hoy, sino abiertos: eran dos fajas anchas de piel de venado adobada, que caían sobre cada una de las piernas.
Montaba un potro rucio de gran talla y mucho brío, que caminaba con la buena voluntad con que andan las bestiascuando van para su dehesa. El jinete que le seguía era un sacerdote del convento de San Francisco, fundado en la ciudad hacía sólo veinte años, y que estaba ya entonces en todo el apogeo de su esplendor y disciplina.
Frisaba el Padre en los cuarenta y era de semblante grave y mirada profunda; llevaba el hábito de su orden, que era de sayal gris; sobre el hábito, una ruana de lana, de anchaslistas moradas y azules, fabricada en Pasto, y sombrero blanco grande de paja asegurado con barboquejo de cordón de seda negra; en un pañuelo, a la cabeza de la silla, llevaba envuelto el breviario. Iba caballero en una mula retinta de buen paso y al parecer muy mansa.
El último de los tres jinetes era un joven como de veinticuatro años, de color mulato, esto es, entre blanco y negro, más negroque blanco, pero las facciones más de blanco que de negro. En sus ojos pardos, rasgados y vivos se revelaba la franqueza juntamente con el valor.
Por todo vestido llevaba camisa de lienzo de Quito, ruana de lana basta, de listas azules, pantalones de manta del país tejida en el Socorro, y sombrero hecho con trenza de juncos. Cabalgaba un trotón castaño, alto y doble; en el arzón de la silla,a la derecha, se veía una gran soga enrollada, y en la cintura un largo cuchillo de monte, llamado |machete, con su cubierta de vaqueta.
Estos viajeros atravesaron en silencio el llano de Isabel Pérez. Los campesinos que iban a la ciudad o salían de ella, saludaban al Padre quitándose el sombrero al pasar a su lado, y él les correspondía el saludo con una inclinación de cabeza. La tarde estabamagnífica: el sol se ocultaba ya detrás de Los Farallones, de manera que la parte del camino por donde en ese momento iban, estaba hacía rato en la sombra; pero la luz del sol se veía brillar sobre las cumbres de las montañas de Chinche.
Las afueras de la ciudad ofrecían por ese lado ya esa hora bastante animación. Varios vecinos volvían de su trabajo con la herramienta al hombro; bestias...
Regístrate para leer el documento completo.