La Represion
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La represion (1915)
Puede ser el destino deuna moción pulsional chocar con resistencias que quieran hacerla inoperante. Bajocondiciones a cuyo estudio más atento pasaremos enseguida, entra entonces en el estado de la represión. Si se tratase del efecto de un estímulo exterior, es evidenteque lahuida sería el medioapropiado. En el caso de la pulsión, de nada vale la huida, pues el yo no puede escapar de símismo. Más tarde, en algún momento, se encontrará en la desestimación por el juicio (juicioadverso) un buen recurso contra la moción pulsional. Una etapa previa al juicio adverso, una cosaintermedia entre la huida y el juicio adverso, es la represión, cuyo concepto no podíaestablecerseen el período anterior a los estudios psicoanalíticos. La posibilidad de unarepresión no es fácil de deducir en la teoría. ¿Por qué una moción pulsional habría de servíctima de semejante destino? Para ello, evidentemente, debe llenarse la condición de que el logrode la meta pulsional depare displacer en lugar de placer. Pero este caso no se concibe bien.Pulsiones así no existen, una satisfacciónpulsional es siempre placentera. Deberíansuponerse constelaciones particulares, algún proceso por el cual el placer de satisfacción se mudaraen displacer. Para deslindar mejor larepresión podemos traer al debate algunas otras situaciones pulsionales. Puedeocurrir que un estímulo exterior sea interiorizado, por ejemplo si ataca o destruye a un órgano;entonces se engendra una nueva fuente deexcitación continuada y de incremento de tensión.Tal estímulo cobra, así, notable semejanza con una pulsión. Según sabemos, sentimos estecaso como dolor. Ahora bien, la meta de esta seudo-pulsión es sólo el cese de la alteración deórgano y del displacer que conlleva. Otro placer, un placer directo, no puede ganarse con lacesación del dolor. El dolor es también imperativo; puede ser vencido exclusivamentepor laacción de una droga o la influencia de una distracción psíquica. Pero el ejemplo del dolores muy poco trasparente para que sirva de algo a nuestro propósito. Tomemos el caso en que un estímulo pulsional como el hambre permanecen satisfecho. Entonces sevuelve imperativo, únicamente la acción de satisfacción puede aplacarlo, (ver nota(190))y mantiene una continuada tensión de necesidad. Peroen todo esto no asoma nada parecido auna represión. Por consiguiente, el casode la represión no está dado cuando la tensión provocada por la satisfacción de una moción pulsional se hace insoportablemente grande. Los medios de que el organismo dispone paradefenderse contra esa situación han de elucidarse en otro orden de consideraciones. Atengámonospreferentemente a la experiencia clínica tal comonos la brinda la práctica psicoanalítica. Aprendemosentonces que la satisfacción de la pulsión sometida a la represión; sería sin duda posible ysiempre placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras exigencias y designios.Por tanto, produciría placer en un lugar y displacer en otro. Tenemos, así, que la condiciónpara la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor queel placer de lasatisfacción. Además, la experiencia psicoanalítica en las neurosis de trasferencia nos imponeesta conclusión: La represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen;no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación nítida entre actividadconciente y activ idad inconciente del alma, y su esencia consiste en rechazar algo de la conciencia y mantenerloalejado de ella. Este modo de concebir la represión secomplementaría con un supuesto, a saber, queantes de esa etapa de la organización del alma losotros destinos de pulsión, como la mudanza hacia lo contrario y la vuelta hacia la personapropia, tenían a su exclusivo cargo la tarea de la defensa contra las mociones pulsionales . Ahora caemos en la cuentade que represión e inconciente son correlativos...
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