LA RETRIBUCI N Script 1

Uno cosecha lo que siembra
Sentado inerme en la banqueta de la calle, aquel hombre desvalido y mal trajeado
cabeceaba indolente y abotagado. Su postura descuidada y frágil figura revelaban una vida
llena de amarguras, decepciones y derrotas y parecía que se había abandonado a su
suerte. Alzó la vista y distinguió con claridad una elegante mujer que denotaba estar
acostumbrada a las cosas buenasde la vida y que, enfrente de él, le miraba con insistencia
y simpatía. Su abrigo era nuevo y costoso. Parecía que nunca se había perdido una comida
en su vida, se decía para sí el hambriento Juan. Su primer pensamiento fue:
-Sólo sé quiere burlar de mí -como tantos otros lo habían hecho antes...
-¡Por favor, déjeme en paz! - gruñó encolerizado el indigente.
Para su sorpresa, la mujer siguióenfrente de él. Le sonreía tiernamente y su blanca
dentadura mostraba destellos deslumbrantes.
-¿Tiene hambre?– le preguntó ella.
-No- le contestó sarcásticamente -Acabo de llegar de desayunar con el
presidente…Ahora vete.
La sonrisa de la mujer se hizo aún más grande. De pronto el hombre sintió la suave mano
de la dama bajo su brazo.
-¿Qué hace usted, señora?- preguntó el hombre enojado y tratando dezafarse.
- ¡Le digo que me deje en paz!
Un policía, que había seguido la escena atentamente un poco desde lejos, se acercó.
-¿Hay algún problema, señora?- le inquirió el oficial.
-No hay problemas aquí, oficial- contestó dulcemente la mujer.-Sólo estoy tratando
de ayudarle para que se ponga de pie... ¿Me ayudaría?
El oficial se rascó la cabeza.
-Sí, el viejo Juan, ha sido un estorbo por aquídurante los últimos años.
-¿Qué quiere usted con él?- preguntó el oficial.
-¿Ve la cafetería de allí? – contestó ella. -Voy a darle algo de comer y sacarle del
frío un ratito.
-¿Está loca, señora?- el pobre desamparado se resistió temeroso -¡Yo no quiero ir
allá!
Entonces sintió dos fuertes manos que lo levantaban agarrándolo de los brazos.
-Déjeme ir oficial, yo no hice nada- protestó desconsolado elanciano.
-Vamos viejo, esta es una buena oportunidad para ti,- el oficial le susurró al oído.
Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el agente de policía llevaron al viejo Juan a la
elegante cafetería y le sentaron en una mesa situada en un rincón del restaurante. Era casi

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mediodía, la mayoría de la gente no había almorzado y el grupo de clientes habituales para
la hora de la comidano había llegado aún.
El gerente de la cafetería se les acercó y les preguntó:
-¿Qué está pasando aquí, oficial? ¿Qué es todo esto?...y... este hombre, ¿está en
problemas?
-Esta señora le trajo aquí para que coma algo- respondió el policía.
- ¡Oh no, aquí no!- El hombre gritó airadamente. -¡Tener una persona como ésta aquí
es muy malo para mi negocio!
El anciano Juan esbozó una sonrisa mostrandosus pocos dientes.
-Señora, se lo dije. Ahora, sí, ¿van a dejarme ir? Yo no quería venir aquí desde el
comienzo.
La mujer se dirigió al gerente de la cafetería y sonrió...
- Señor, ¿está usted familiarizado con Hernández y Asociados, la firma bancaria que
está a dos calles de aquí?
- Por supuesto que la conozco- respondió el administrador con impaciencia.
-Sus empleados tienen sus reunionessemanales en una de mis salas de banquetes.
-¿Y usted se gana una buena cantidad de dinero con la atención y venta de
alimentos en estas reuniones semanales?- preguntó con aplomo la señora.
- ¿Y eso, qué le importa a usted?-respondió airado el sujeto.
-Yo, señor, soy Penélope Hernández, Presidente y dueña de la compañía.
-Oh, perdón,- replicó el gerente asustado.
La mujer sonrió de nuevo.
-Ya pensé queesto podría hacer una diferencia en su trato- le dijo, mirando al
policía, el cual apenas podía contener una carcajada.
-¿Le gustaría tomar con nosotros una taza de café, o tal vez una comida, oficial?
- No, gracias, señora- replicó el policía -Estoy en servicio.
-¿Entonces, quizás, una taza de café para llevar?- inquirió la mujer.
-Sí, señora. Eso estaría mejor.
El gerente de la cafetería giró...