La Ruta Del Hielo Y La Sal

Páginas: 113 (28015 palabras) Publicado: 7 de noviembre de 2015
LA RUTA
DEL HIELO
Y
LA SAL

87

soy testigo de esa sangre
Efraín Huerta

88

DEMETER

DE VARNA A WHITBY

89

90

UNO
ANTES DE LA TORMENTA
del 5 al 16 de julio
1897

En la noche: el olor, el peso, el tacto de la sal.
Mucho más presente que las aguas al otro lado de la madera.
¿Quién podría saberlo?
Las noches no están ocupadas en soñar con las sirenas de sexo
incierto, sino en la cariciaeterna, infatigable de la materia oculta dentro
del líquido.
Cuando el sol de mediodía seca las velas del barco, mojadas por
la brisa o la tormenta, están cubiertas por ese blanco granulado que
existe entre los cabellos de todos, en medio de sus dedos, infiltrándose
con la niebla salada del mar nocturno.
No hay sitio a salvo. Descansa en todas las grietas del barco, en
las literas de metal, tras lasprovisiones, en los tesoros que ocultamos
de la herrumbre, sonriendo con su presencia.
Y cuando los hombres se desnudan, la encuentran entre sus
muslos, protegida entre la pierna y los testículos.
Los marinos son la mujer de Lot.
Seres de sal.
Cuando voy al castillo de proa, lleno del calor absurdo de los
cuerpos descansando en medio del bochorno, casi puedo observarla
sobre sus pieles indolentes.¿Quiénes la han probado? ¿Quiénes han saboreado el océano y el
cuerpo en ese lugar oculto?
Yo no.
No puedo.
Soy el capitán.
Me es imposible ordenarle a ninguno de mis hombres venir a mi
camarote, pedirle que se desnude, ni que acepte, inmóvil que lo lave con la
lengua, mordiendo levemente su carne, temblando con el apetito de su piel.
¿Y si no hay sabor?
Eso querría decir que alguien más lo salvó dela sal.
Entonces tendría que pedir cuentas, exigir disciplina: que
conserven su sal para mí, su sexo cálido.
Pero no puedo pedir cuentas.
No cuando el tiempo es tan largo, y el viento inmóvil nos obliga a
permanecer bajo el sol, midiendo las horas por el sudor lento que perdemos.
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A lo lejos es posible ver el horizonte moverse, un espejismo inútil:
agua en medio del agua, hirviente.
En esosmomentos no es difícil imaginar que ardemos ahí.
¿Cómo negarles nada si las aguas nos niegan todo en ese momento?
¿No es mejor saber que se sació un hambre inmemorial, que se
ofreció uno —enteramente libre— a un apetito que nos crea al devorarnos?
Sus cuerpos son suyos.
No míos ni de los posibles amantes.
Suyos el sudor, y a quien se lo brindan.
La sal de la vida...
Es en esos momentos, cuandoañoro las rutas heladas. El golfo
de Botnia, el Mar Báltico, el Mar del Norte.
Las habitaciones de la tripulación cerradas rigurosamente.
Ocultos en mantas y abrigos. Bajo sitio, tratando de impedir la entrada
del eterno, indiferente frío. Podemos deslizarnos sobre él, o morir en
él, sin que le importe.
Los capitanes atrapados en el súbito hielo, escuchando cómo
sus embarcaciones son abiertas por lasagujas heladas, al metal ceder,
doblarse ante el peso de un millón de filos transparentes, no se les
puede convencer que el frío no es un enemigo.
He visto el hielo formarse en el horizonte, las enormes islas sin
tierra derivando lejos de nuestra ruta. El invierno, la nieve son ciclos
que no tienen que ver con los barcos que cruzan su camino.
Las auroras boreales se encienden y arden aunque nadielas vea.
El hielo es para otros seres, un ciclo y una razón para ojos ajenos
a nosotros.
La indiferencia de Dios, murmurada por el mundo.
El frío sólo se tiene a sí mismo, pero el calor exige que participemos en él.
Podemos refugiarnos de la helada, no nos pertenece, cubrirnos
de pieles y acercarnos al fuego.
Pero ¿qué hacer cuando el calor viene de nosotros?
En las horas muertas podemos sentir lasangre como un sudor
dentro del cuerpo, mar cálido anidado bajo nuestra carne, la piel
afiebrada, palpitante.
¿De qué manera abrigarnos de lo que corre dentro de nosotros?
Quien muere congelado se desprende de su cuerpo, lo abandona
en medio de un sueño misericordioso.
Quien muere por fuego, es atrapado por su carne hirviente hasta
el último instante, grita hasta que la muerte es un bálsamo....
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