La Señorita Fabiola
Yo aprendí el abecedario en casa, con mamá, en una cartilla a cuadrados rojos y verdes, pero quien realmente me enseñó a leer y a escribir fue la señorita Fabiola, la primera maestra que tuve cuando entré al colegio.
Es por ello que la tengo presente y que me animo a contar algo de su vida, su triste, oscura y abnegada vida de mujercita fea y pobre, tan parecida a tantasotras vidas, de las que nada sabemos.
Cuando digo que era fea o exagero. No tenía un Dios te guarde, Fabiola. Era pequeñita, casi una enana, pero con una cara enorme, un poco caballuna, cutis marcado por el acné y un bozo muy pronunciado. La cara estaba plantada en un cuerpo informe, tetón pero sin poto ni cintura, que sostenían dos piernas flaquísimas y velludas. A esto se añadía una faltaabsoluta de gracia, de sexy como diríamos ahora y una serie de gestos y modales pasados de moda o ridículos. […]
A parte de ser nuestra maestra en el colegio era amiga de la casa, pues vivíamos en Miraflores, en calles contiguas. Como la escuela que frecuentábamos se encontraba en Lima, mis padres le pidieron que nos acompañara en el viaje, que entonces era complicado, ya que había que tomarómnibus y luego tranvía. Todas las mañanas venía a buscarnos y partíamos cogidos de la mano. Gracias a este servicio que nos prestaba, mis padres le tenían mucho aprecio y una o dos veces al mes la invitaban a tomar el té.
Ella nos invitó una vez y todavía recuerdo la impresión que me causó la casa un poco ruinosa en la que vivía con toda su familia. Era una casa de una sola planta pero bastante grande,como correspondía a una familia numerosa que se mantenía unida para defenderse de las dificultades de la vida. Esas familias ya no existen, ni probablemente esas casas. Empobrecidos no sé por qué razones, Fabiola y sus cinco hermanos habían resuelto seguir viviendo juntos, con sus padres ancianos y prácticamente inmortales. Eran tres hombres y tres mujeres, todos solteros, todos incapaces decasarse, porque no tenían plata, porque todos eran muy feos. […] Entre todos reunían lo suficiente para seguir pagando el alquiler de esa casona miraflorina e irse extinguiendo con su aire de dignidad. […]
La señorita Fabiola se mudó a Lima con su mamá y su hermana mayor a un departamento que tenía al menos la ventaja de estar cerca al colegio. Por nuestra parte fuimos matriculados en un colegiode Miraflores. Así Fabiola dejó de ser nuestra maestra y nuestra vecina, pero nuestro contacto con ella se mantuvo.
Una noche la invitamos a cenar. Como el ómnibus se detenía a varias cuadras de la casa me encargaron que fuera a buscarla al paradero, yo fui en mi bicicleta, con la intención de acompañarla lentamente. Pero cuando la señorita descendió del ómnibus la vi tan chiquita que lepropuse llevarla sentada en el travesaño de mi vehículo. Ella aceptó, pues las calles eran sombrías y no había testigos, se acomodó en el fierro y emprendí el viaje rumbo a casa. Antes de llegar había de dar una curva cerrada. Tal vez el piso estaba húmedo o calculé mal la velocidad, pero lo cierto es que la bicicleta patinó y los dos nos fuimos de cabeza a una acequia de agua fangosa. La tuve querescatar a pulso del légamo, con la carterita y el sombrero embarrados. La pobre estaba tan asustada que ni siquiera podía llorar y se limitaba a repetir: “Ave María Purísima, Ave María Purísima”. Cuando llegamos a casa, mis padres se pusieron furiosos y me enviaron esa noche a comer a la cocina.
Este incidente grotesco no enfrió nuestras relaciones, antes bien las estrechó y nuevos contactossurgieron, haciéndose extensivos a otros miembros de su familia. […]
Mi padre era muy aficionado al fútbol y no se perdía un solo partido internacional. […] Su pasión por el fútbol no se limitaba a presenciar los partidos sino a escucharlos por radio. […] El Perú jugaba contra Brasil y todos estábamos reunidos en la sala escuchando el encuentro. […] De pronto el radio quedó mudo y de su parlante...
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