La Semilla De La Dama Nega
Otra cosa ha sido los gastos colaterales: varios días llevándola a comer a restaurantes de lujo, la gargantilla de oro con brillantes que le había regalado, la estancia en la suite principal de uno de los hoteles más caros delaciudad, con el consumo de un par de botellas de Don Pernigón… Y para un hombre como él, cuyo principal negocio se fundamenta en la usura, todo aquello suponía un auténtico sacrificio. Sin embargo está contento. Ha decidido que merecía la pena tal inversión. Sobretodo porque, a partir de entonces, cree que todo le resultará más fácil y barato en su relación con aquella barby jovencita y de aparienciainocente, aunque con la habilidad sexual de una cortesana parisina.
Federico apea del coche con cierta dificultad su cuerpo regordete y trajeado. Por lo visto, está bastante más mareado de lo que pensaba. Deja la portezuela abierta para aprovechar la luz del piloto interior y rodea el Aguardando un par de trompicones. Comprueba que, pese a afectar sólo al guardabarros trasero, la rozadura resultademasiado llamativa: la pintura roja que circunda la columna a esa altura ha dejado su rastro sobre el blanco metalizado del automóvil. Suelta otro gruñido y, olvidándose de sus intenciones anteriores, frunce el ceño y se enfurruña. Ni siquiera el recuerdo de la póliza a todo riesgo que tiene contratada con la compañía de seguros le devuelve a su estado de satisfacción y complacencia. Cierra elcoche y emprende el camino hacia la salida del garaje. La puerta de acceso al descansillo donde está el ascensor queda a unos cincuenta metros de la plaza de aparcamiento de Federico. Y éste avanza con paso indeciso a causa de la intoxicación etílica de su sangre y la oscuridad que repentinamente se ha apoderado del garaje, nada más cerrar su coche con el mando a distancia. Por suerte, se dice, elpiloto de emergencia que hay en el dintel de la puerta a la que se dirige está encendido. Es una luz tenue y encarnada, demasiado lejana todavía, pero que considera suficiente para no tropezar con los vehículos aparcados que se interponen en su camino.
El silencio en el garaje es completo. Sin embargo, a Federico le parece oír el ruido producido por una portezuela al abrirse, procedente de uno delos coches que están delante de él. Arruga aún más su entrecejo, aunque sigue andando. Hasta que una silueta oscura y silenciosa aparece delante, deteniéndose a unos treinta metros de donde él se encuentra. Federico también se detiene y observa aquella figura entornando los párpados. A pesar de la oscuridad, se convence de que es un perro. Al fin y al cabo, parece andar a cuatro patas. Un perrogrande, según calcula por la envergadura que aparenta tener. Un perro muy grande, se dice mientras vislumbra su avance, lento pero flexible, sigiloso pero decidido. Un perro que, conforme empieza a trotar, más parece otro tipo de animal. Un animal más grande que el mayor de los perros visto hasta entonces por Federico. Un animal con ojos tan resplandecientes y rojos como el piloto de emergencia...
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