La sintética de Barcelona

La marihuana sintética, o aquello que nosotros fumamos durante
meses comprándosela a tipos que lo llamaban marihuana sintética,
es una buena historia. Y ahora que todo parece reordenarse
mágicamentegracias al tiempo, mis instintos más primitivos me
fuerzan a sacar este relato. Las anécdotas me chorrean por los
poros & escupo imágenes más nítidas que las de cualquier cámara de
mierda.Empecé fumando hierba con catorce años en el Raval de Barcelona.
Vivía e iba al instituto en el barrio de Sant Antoni, pegado al
Raval pero un poco más limpio y turístico, y mucho más vigilado porla policía, así que solíamos meternos por los alrededores del MACBAo ir más al sur, donde el Raval deja de ser un lugar para modernos,cerca del puerto.
En el centro de la ciudad y siendo menoresencontrábamos hierba a
cinco el gramo, gramo que nos daba para tres o cuatro porros, a
veces dos. Hasta que alguien habló de marihuana sintética. La
vendían en una grow shop del Poble Sec.
Es fácil leer algo acerca un movimiento nuevo y actual en la cultu-ra del cannabis en España, y eso ha sido gracias a las tiendas de
cultivo y a las asociaciones.
Esa grow la llevaban unos tíos que yoasocié con el este de Europa por su acento, algo serios, aunque había un hombre de pelo gris y
largo que parecía español y solía hacer algunas bromas o cobrarnos menos de la cuenta por pura amabilidad.
Un pequeño chivato de plástico gris lleno de maría sintética, que
daba para dos, tres porros. Valía dos con cincuenta. Cuando pedías un sobre te preguntaban “¿Relajación o risa?”. Siempreelegíamos
risa.
En el envoltorio se prohibía, en inglés, el consumo humano, y se vendía como algún tipo de material fertilizante que se añadía al aguapara regar tus plantas. Pero si las separaban en relajación o risa,está claro que se vendían para el consumo.
Tenía el aspecto de una manzanilla rancia, enferma, ramas y hojas
atonales que se suponía contenían un derivado del THC que no era nilegal niilegal, si no alegal, pues no había leyes sobre ello.
En la pequeña bolsita olía raro pero no repulsivo, recordaba a un
té extraño; pero cuando prendía emanaba una peste muy característi-ca. Puedo reconocer ese olor en cualquier sitio, nada huele como unporro de sintética consumiéndose, parece plástico quemado.
La primera vez que fumé un porro de eso un amigo me advirtió de lo fuerte quepegaba, que era instantáneo, que no te lo esperabas. Yo tenía quince años, fumaba hierba regularmente (con ello quiero de- cir a diario), pero aquello fue un mazazo para el cerebro. Realmen-te divertido. Proporcionaba un ciego duro, profundo, más que la
hierba o alcohol, y muy diferente. Un colega lo describió así:
-La sintética es letal, me gusta porque fumando hierba puedo poner-me muy ciego,pero sé dónde estoy, qué pasa, etcétera. Con la sin- tética intento controlarme, pero es imposible.
El bajón era demoledor y te sentías cansado y con sueño, pero muchomás que fumando cualquier hierba de interior llena de químicos.
La primera vez que la marihuana sintética nos acojonó a todos fue
en las afueras de la ciudad, en casa de un colega al que llamaremosZyon, éramos cinco o seis fumandoy había un chaval al que no cono-cíamos mucho, amigo de un amigo, al que llamaremos El Sujeto. Nuncahabía fumado más que tabaco y queríamos que pillara un buen ciego y teníamos unos ocho gramos de hierba y un par de bolsitas de maríasintética.
Liamos un porro de solo sintética en un papel de blunt, y se lo
dimos, el porro sabía realmente bien y el colega fumó demasiado.
Cayó al suelo yempezó a agitar los puños, golpeando a varias per- sonas y gritando. Creímos que bromeaba, pero estaba fuera de con- trol y no tardamos en darnos cuenta: pateó los muebles mientras
chillaba, así que la madre de Zyon, que trabaja de enfermera, tratóde ayudarle.
Ella le dio un abrazo para intentar calmar sus impulsos violentos yla mordió mientras berreaba. Todos quedamos pasmados, hasta que el...