La tarea que nos toca
Spinoza
MIRAR A MÉXICO CON MÁS HONESTIDAD
Alguna vez, el periodista Julio Scherer García le pidió a Ernesto Zedillo que le hablara de su amor por México. Le sugirió que hablara del arte, de la geografía, de la historia del país. De sus montañas y sus valles, sus volcanes, sus héroes y sus tardes soleadas. El expresidente o supo qué contestar. Hoy esprobable que muchos mexicanos tampoco sepan cómo hacerlo. Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto con él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que puedo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. México estrena el vocabulario del desencanto. Se siente en las sobremesas, se comenta en las calles, se escucha enlos taxis, se lee en las pintas, se lamenta en las columnas periodísticas, se respira en los lugares donde aplaudimos la transición y ahora padecemos la violencia.
México vive lo que el politólogo Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la “fracasomanía”: el pesimismo persistente ente una realidad que parece inamovible Muchos piensan que la corrupción no puede sercombatida; los políticos no pueden ser propositivos; la sociedad no puede ser movilizada; la población no puede ser educada; los buenos siempre sucumben; los reformadores siempre pierden. La luz al final del túnel sólo ilumina el tren a punto de arrollar a quienes no pueden eludir su paso. El país siempre pierde. Los mexicanos siempre se tiran al vacío desde el Castillo de Chapultepec y no logran salir deallí. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar.
En México, como diría Elías Canetti, los pesimistas son superfluos y la situación actual demuestra por qué. Éstos son los tiempos nublados de muertos y heridos. De poderes fácticos y reformas postergadas. De priístas robustecidos y panistas divididos. De ciudadanos que quieren vigilar el poder y de partidos que abusan de él. Delsabotaje a las instituciones electorales y del auto-sabotaje de la izquierda. Todos los días leemos una crónica de catástrofes; una crónica de corruptelas; una crónica de personajes demasiado pequeños para el país que habitan.
México partido entre la “triste tristeza” de unos y la precaria tranquilidad de otros. México dividido entre la cabizbaja confusión de unos y la contundente certidumbre deotros. País que alberga a quienes compran en Saks Fifth Avenue e ignoran a quienes piden limosna en los camellones a unos metros de allí. País que preserva su pasado pero también lo habita. Orgulloso de la modernidad que ha alcanzado pero impasible ante los millones que no la comparten. Paraje peleado con sí mismo, impulsado por los sueños del futuro y perseguido por los lastres del pasado. Méxiconuestro. De rascacielos y chozas, BMWs y burros, internet y analfabetismo, murales y marginados, plataformas petroleras y ejidos disecados, riqueza descomunal y pobreza desgarradora. País sublime y desolador.
Habrá muchos que aplaudirán lo logrado en las últimas décadas: la transición electoral, la estabilidad macroeconómica, el Tratado de Libre Comercio, la creación de una clase media quecomienza —poco a poco— a crecer, el ingreso per cápita de casi nueve mil dólares, el programa Oportunidades. Logros, sin duda, pero demasiado pequeños ante el tamaño de los retos que el país enfrenta. Democracia. Equidad. Buen gobierno. Justicia. La posibilidad de un México capaz de soñar en grande.
Ante esos retos surge el imperativo de que los mexicanos evalúen a su país y a sí mismos con máshonestidad. Sin las anteojeras de los mitos y los intereses y los lugares comunes que buscan minimizar los problemas. Sin las máscaras que Octavio Paz describió en El laberinto de la soledad, y que contribuyen a nuestro pernicioso “amor a la Forma”. En México mostramos una peligrosa inclinación por ordenar superficialmente la realidad en vez de buscar su transformación profunda. México, la nación que...
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