La Tragedia Moderna De Los Griegos

LA TRAGEDIA MODERNA DE LOS GRIEGOS

P
anagiotis Moukas era un hombre pequeño de estatura y como buen griego, orgulloso. Tenía la sonrisa franca y se vanagloriaba de su fortaleza física. Era conquistador por herencia: curioso, desconfiado, inquisitivo; veía en todas las cosas su aspecto cómico, lo que era una verdadera prueba del sentido trágico de su existencia. Siempre nos reíamos con él y,por triste, mórbida o patética que fuera la historia, él quería hacernos reír continuamente. Daba la impresión de estar hablando siempre de sí mismo, pero sin alabarse nunca. Hablaba de él porque era la persona más interesante que conocía. Cuando Panagiotis hablaba de sus conquistas amorosas le brillaban los ojos de una manera muy particular. Era un narrador nato, le sacaba punta a las cosas másromas, le daba brillo a sus descripciones, ángulos fosforescentes, sombreaba ciertas esquinas con delicado equilibrio. Era un hombre extremadamente vanidoso y creo que por eso era libertino, exageraba la importancia de la conquista, incluso la del yo, que es el último acto del egoísmo humano. Me hizo pensar que ser feliz era eso: llevar el yo a su nivel más elevado y entregarlo triunfalmente, comosi se tratara del cofre al final del arco iris.
Panagiotis tenía un restaurante en la noventa y seis y Broadway, su nombre era Strand Diner y era el lugar favorito de los griegos del alto Manhattan; pero, sobre todo, era famoso por su pulpo ahumado que era un acto supremo de la creación culinaria: había que macerar el pulpo por cuarenta y ocho horas en aceite de olivas del Peloponeso; se usabasal del mar Caspio y luego, había que colgarlo de una cuerda, en un espacio dedicado para ese propósito en la cocina, ahumarlo con el aroma de madera de sándalo y orégano fresco por otras doce horas. Cuando se bajaba el pulpo, se lo cocía por dos minutos en aceite de Kalamata virgen y se lo servía en una cazuela de barro, espolvoreada con orégano fresco. Era el plato más delicado de la invenciónhumana y creo que los griegos tuvieron la fórmula exacta para deslindarse de la constante vigilancia de los dioses: frente a este plato uno tenía la impresión de que Dios nos abandonó hace mucho tiempo, para que pudiéramos darnos cuenta de la felicidad que da conseguir lo que se desea por el propio esfuerzo.
Al fondo, en el lugar más alejado del restaurante, a través de una pequeña ventana, sepodía ver el ojo de un ser enorme, un cíclope. Era Andreas, el responsable de esta delicia, el cocinero principal y había llegado de Grecia seis meses atrás a Nueva York. Panagiotis me explicó que apenas podía leer y escribir, me contó su historia, aunque llena de reservas. Creo que en el fondo tenía vergüenza de él.
En las semanas que siguieron fui al Strand con la misma regularidad. Pedí el pulpo yme negué a todas las “americanidades” que pusieron como cebo para los gringos; ya saben, cosas como papas fritas o ensaladas. Sólo quería el pulpo, pita y más Kalamata. Andreas apreció ese acto, y aunque no me conocía, sabía que había un sudamericano que pedía su pulpo casi todos los días, que era amigo de Panagiotis y que tenía cierta idea de la civilización griega.
Déjenme decirles, meconmueve el paternalismo con el que nos tratan a los sudamericanos los viejos griegos en Nueva York. Me encontraba en la delicada posición de uno que debe evitar cuidadosamente el anhelar algo que no desea verdaderamente, porque hay el peligro de que los griegos ya lo hayan alcanzado. Es una posición incómoda porque le ponen a uno en una vieja esquina que no conoce todavía. Pero como sudamericano yotenía ventaja. Era lo desconocido: ningún griego tenía armas que fueran suficientemente válidas para enfrentar situaciones tan novedosas y reales como las que yo proponía. En primer lugar no se explicaban cómo es posible que a un migrante no le interese hacer dinero en Nueva York, a pesar de que les expliqué, más de una vez, que el hombre rico no es el que tiene más sino el que necesita menos. Yo...