La verdad oculta

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-¡Rápido Walter, venga! -gritaba la criada. Desconozco cómo se llamaba, ni si quiera la había visto por allí nunca, pero sin duda llevaba el atuendo igual que las demás.
Walter, el mayordomo jefe, llegó corriendo a la vez que llegué yo. Habían más criadas que gritaban horrorizadas. Entre ellas, localicé a Margaret, la que se encargaba de mis aposentos. Me dirigí hacia ella parasaber qué sucedía.
-Margaret, ¿qué pasa?
La mujer, alterada, me contestó:
-Hay un cadáver ahí dentro. No sabemos de quién es por que no se le aprecia la cara.
Me alejé un poco de la multitud y me dispuse a observar la escena desde fuera. No me había dado cuenta de la cantidad de gente que había dentro de aquel cuarto. Parecía que estuvieran haciendo un circulo alrededor de algo. La mayoría por nodecir todas, eran mujeres. Todas excepto Walter. El hombre estaba allí, de pie, con la boca abierta y los ojos fuera de órbitas. Muchas de las mujeres que habían al lado suya señalaban hacia el suelo. Otras, por el contrario, estaban llorando. Más del cincuenta por ciento de ellas estaban cuchicheando sobre lo que veían. Mientras observaba esto, empezaron a llegar guardias reales. Desalojarontodo el cuarto, pero las mujeres me impedían la vista ya que estaban apiñadas todas en la puerta. Entonces, decidí hacerme hueco entre ellas para ver qué estaba sucediendo. En el suelo, yacía un cadáver boca abajo. En el techo, una cuerda que parecía haberse roto en ese mismo instante y una silla al lado tumbada indicaba las intenciones del suicida. La gran mancha de sangre en el suelo indicaba algomás. Ninguna se había acercado tanto como yo pude. Las doncellas lo tenían terminantemente prohibido. La guardia, entre gritos y empujones se las llevó a todas. Yo, como lady, podía quedarme allí observando.
-Mi lady, debería de irse, no será agradable que vea esto.
-Oh, quiero verlo, necesito saber quién es ese hombre.
Apenas llevaba un día en aquel caserón y ya podía observar el cuerpo inertede una persona en el suelo, sin moverse, sin notar cómo respira. Decidí quedarme. Nunca me han dado pudor estas cosas y sentía curiosidad.
Los guardas le dieron la vuelta. No podía ser un suicidio. La gente no coge un vuelo al pasado para suicidarse. No corrientemente. En la cara, tenía signos de haber sido torturado. Estaba toda ensangrentada. De un golpe contra el suelo de un metro no puedeshacerte semejante atrocidad. Tenía la cara literalmente mutilada. No se le diferenciaban los ojos entre tanta piel y sangre, y le habían cortado la nariz. Uno de los guardas le abrió la boca y, para su sorpresa, comenzó a salir sangre de ella. Otro de ellos rebuscó entre la carne y la sangre para abrirle los párpados. Supongo que sería un poco ignorante, porque lo hacía para mirar si estaba vivo oeso quise pensar yo. El charco de sangre que había en el suelo me llego a manchar los bajos del vestido. Me acerqué más a él. En la boca, abierta de par en par pude observar como tenía la mayoría de los dientes rotos y sangraba.
-Este hombre se ha suicidado -sentenció un guarda. Es lógico que pensará así. En su época no habían los métodos que hay ahora en la nuestra.
-¿Cree que toda esa sangreha salido del golpe contra él suelo?
-Salta a la vista que sí, mi lady. La silla y la cuerda indican que se ha suicidado.
Me acerqué al cadáver. Tenía el cuello recogido, como una tortuga cuando tiene miedo y lo esconde. En la parte de la nuca, estaba el otro cacho de cuerda que faltaba. Estaba lleno de sangre. Le pedí a un guarda que le levantara la cabeza para poder observar el cuello.
-Notiene señales de haberse colgado de la cuerda.
-Y usted, ¿cómo sabe tanto?
-Solamente me fijo en las cosas apreciables. Si se hubiera intentado colgar de la cuerda, tendría marcas.
-Quizás tengas razón, lady.
En ese momento, oímos golpes en la puerta acompañados de gritos.
-¡Mi marido! ¡Quiero verlo! ¡Quiero saber si es él el que yace en el suelo!
A continuación se abrió estrepitosamente la...