La vida en tornasol

Jaime A. Valverde Arciniega

Hay un colibrí que viene todos los días a la horqueta de un rosal sin flor, justo frente a mi
ventana; todas las veces que visita la planta, lo hace trayendo algo en el pico. Me parece que es
un colibrí muy apurado y trabajador. De pronto -esa impresión da-, se ha vuelto presa de unas
ansias febriles y hasta compulsivas por acudir a esta planta. Luego me olvidode él y me voy a
trabajar.
A los tres o cuatro días que lo vuelvo a ver, resulta que ya construyó un diminuto y delicado nido
en forma de cono, justamente en la horqueta del rosal que solía frecuentar; a tan sólo dos metros
de altura, sobre el nivel del suelo. No le pidió permiso a nadie, simplemente se instaló y ya; está
bien, no es eso lo que le critico, el rosal ni siquiera lo planté yo,sino los dueños de la casa, él
tiene el derecho natural de proceder según sus gustos. Lo que le censuro es construir su nido en
un rosal y además con tan sólo unas tres o cuatro hojitas que le quedan como paraguas al nido.
¿En un rosal? Debe estar loco.
Qué poco criterio del colibrí, pienso; un rosal, ¡pero abrase visto semejante mala fortuna!,
habiendo tantos árboles por allá en el camellón omás allá en un parque, qué sé yo. Que tiene
qué hacer el colibrí frente a mi ventana; y no, no es que lo quiera lanzar a la calle con todo y sus
chivas con las que fue construyendo su casa, me molestan los errores tan garrafales, vengan de
quien vengan.
El colibrí debe tener memoria y genes que le orienten, dónde es un lugar inadecuado para vivir y
dónde no. Todas las mañanas al asomarme a laventana él sigue ahí, me enojo entonces y
aunque no me oiga porque la ventana no puede abrirse, desde donde estoy parado le digo que
no sea tonto, que se vaya, que la vida está en otra parte, en un alto pino, en un ciprés quizás, o
en un eucalipto; por lo menos en un ficus o en un laurel; pero no, así jamás nos pondremos de
acuerdo, ninguno sabemos qué idioma habla el otro.

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Un animaltan delicado y pequeño, además tan trabajador merece tener mejor destino, mejor
suerte. Al salir de la casa azoto la puerta, él salta entonces rapidísimo y hace todo tipo de ruidos
que me son tan extraños mientras vuela hacia atrás o hacia donde le viene en gana, se eleva y
brilla el sol sobre sus lomillos verdes, azules, tornasolados. Seguramente, pienso, se alegra de
que me vaya, de que noesté viendo todo el tiempo mi cara enojada, detrás de los cristales
sucios de mi ventana.
Cuando regreso de trabajar ya está oscuro, hago los más ruidos que puedo, toso, silbo para que
me abran la puerta, toco el timbre y aunque yo no los vea, siento un par de ojillos vivaces que
me observan tras las cortinas de la noche, lanzo intempestivamente mis llaves hacia el cielo para
cacharlasnuevamente, y es entonces cuando se descubre y salta y vuela y arma un gran
borlote; no creo que estuviera dormido, pero hace tal escándalo y se molesta tanto, que me
digo: ‘hoy-sí-se-va’ y con esa esperanza ceno y me voy a la cama.
A la mañana siguiente, no recuerdo mis sueños, eso me pasa de tiempo atrás, no siempre fui
así, pero hace mucho tiempo que no recuerdo ni el más terrible, ni el másdulce de mis sueños.
¿Soñaré? Lanzó las sábanas por los aires, me estiro y me asomo a la ventana para ver el día;
mis ojos casi instintivamente buscan al colibrí pero no está, por primera vez no está, tan sólo veo
el nido, pero antes de que me felicite por mi victoria de correr al colibrí hacia mejores horizontes,
descubro en el centro del nidito un diminuto huevo blanco como copo de nieve. ¡No lopuedo
creer! Me ha engañado todo el tiempo, es una hembra de colibrí y estaba esperando un hijo.
¡Qué se hace en estos casos! no lo sé. Por primera vez en toda mi vida, me han traído la vida
justo frente a mi ventana. Me arrebato y pienso que debo de ir al rosal, traer al huevo y ponerlo
bajo un foco de 100 wats y ya está, nacerá el hijito en mi casa. Pero no, no estoy siendo
sensato, cómo...