La vida
Yoel Espinoza Vega
Memorias de una Pulga
TOMO I
Capítulo I NACÍ, PERO COMO NO SABRÍA DECIR COMO, cuándo o dónde, y por lo tanto debo permitirle al lector que acepte esta afirmación mía y que la crea si bien le parece. Otra cosa es asimismo cierta: el hecho de mi nacimiento no es ni siquiera un átomo menos cierto que la veracidad de estas memorias, y si el estudianteinteligente que profundice en estas páginas se pregunta cómo sucedió que en el transcurso de mi paso por la vida — o tal vez hubiera debido decir mi brinco por ella— estuve dotada de inteligencia, dotes de observación y poderes retentivos de memoria que me permitieron conservar el recuerdo de los maravillosos hechos y descubrimientos que voy a relatar, únicamente podré contestarle que hayinteligencias insospechadas por el vulgo, y leyes naturales cuya existencia no ha podido ser descubierta todavía por los más avanzados científicos del mundo. Oí decir en alguna parte que mi destino era pasarme la vida chupando sangre. En modo alguno soy el más insignificante de los seres que pertenecen a esta fraternidad universal, y si llevo una existencia precaria en los cuerpos de aquellos con quienesentro en contacto, mi propia experiencia demuestra que lo hago de una manera notablemente peculiar, ya que hago una advertencia de mi ocupación que raramente ofrecen otros seres de otros grados en mi misma profesión. Pero mi creencia es que persigo objetivos más nobles que el de la simple sustentación de mi ser por medio de las contribuciones de los incautos. Me he dado cuenta de este defectooriginal mío, y con un alma que está muy por encima de los vulgares instintos
Memorias de una pulga
de los seres de mi raza, he ido escalando alturas de percepción mental y de erudición que me colocaron para siempre en el pináculo de la grandeza en el mundo de los insectos. Es el hecho de haber alcanzado tal esclarecimiento mental el que quiero evocar al describir las escenas que presencié, yen las que incluso tomé parte. No he de detenerme para exponer por qué medios fui dotada de poderes humanos de observación y de discernimiento. Séales permitido simplemente darse cuenta, al través de mis elucubraciones, de que los poseo, y procedamos en consecuencia. De esta suerte se darán ustedes cuenta de que no soy una pulga vulgar. En efecto, cuando se tienen en cuenta las compañías que estoyacostumbrado a frecuentar, la familiaridad conque he conllevado el trato con las más altas personalidades, y la forma en que trabé conocimiento con la mayoría de ellas, el lector no dudará en convenir conmigo que, en verdad, soy el más maravilloso y eminente de los insectos. Mis primeros recuerdos me retrotraen a una época en que me encontraba en el interior de una iglesia. Había música, y seoían unos cantos lentos y monótonos que me llenaron de sorpresa y admiración. Pero desde entonces he aprendido a calibrar la verdadera importancia de tales influencias, y las actitudes de los devotos las tomo ahora como manifestaciones exteriores de un estado emocional interno, por lo general inexistente. Estaba entregado a mi tarea profesional en la regordeta y blanca pierna de una jovencita dealrededor de catorce años, el sabor de cuya sangre todavía recuerdo, así como el aroma de su... pero estoy divagando. Poco después de haber dado comienzo tranquila y amistosamente a mis pequeñas atenciones, la jovencita, así como el resto de la congregación, se levantó y se fue. Como es natural, decidí acompañarla. Tengo muy aguzados los sentidos de la vista y el oído, y pude ver cómo, en el momento enque cruzaba el pórtico, un joven deslizaba en la enguantada mano de la jovencita una hoja doblada de papel blanco. Yo había percibido ya el nombre Bella, bordado en la suave medía de seda que en un principio me atrajo a mí, y pude ver que también dicho nombre aparecía en el exterior de la carta de amor. Iba con su tía, una señora alta y majestuosa, con la cual no me interesaba entrar en...
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