la vida
El muchacho entró en un vagón del Metro (de la estación Coyoacán, Línea 3, la verde), se presentó como “poeta salvaje y por tanto incomprendido”,pero esto qué importaba, añadió, porque todos los días él escribía su poesía “entre íntima y citadina”—y se lanzó a decir o recitar o cantar en modo entrecortado (según el género del rap, supongo) elsiguiente poema que dijo haber escrito esa mañana misma:
“Desventurados los que divisaron a una muchacha en el Metro/ y se enamoraron de golpe/ y la siguieron enloquecidos/ y la perdieron para siempreentre la multitud/ porque ellos serán condenados/ a vagar sin rumbo por las estaciones/ y a llorar con las canciones de amor/ que los músicos ambulantes entonan en los túneles/ y quizá el amor no esmás que eso:/ una mujer o un hombre que desciende de un carro/ en cualquier estación del Metro/y resplandece unos segundos/ y se pierde en la noche sin nombre”.
Luego solicitó muy cortésmente la“aportación” de los pasajeros y descendió en la estación Eugenia.
Entusiasmado porque al fin hallaba lo que había buscado desde hacía años pero sin hallar gran cosa: buena poesía de cualquier...
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