La Vida
Era una mañana de cierto mes y año que corría en los tiempos en que la autoridad civil y militar de la Isla de Puerto Rico se denominaba Capitán General y no Gobernador General como al presente. Empezaban a moverse los criados del Palacio de la Fortaleza, las ordenanzas de servicio estaban ya en su puesto y en el banco que ocupaban sentado entre ellas un hombre como decincuenta años de edad, de maneras afectadamente encogidas; pero de mirada viva y de una expresión muy marcada, que revelaba que aquel sujeto poseía en alto grado las cualidades de astucia y disimulo que pudiera envidiarle el más hábil cortesano. Vestía un traje de tela cruda, compuesto de pantalón, chaleco y chaqueta del mismo color, corbata con lazo mal hecho, sombrero de jipijapa y zapatoabotinado, de suela gruesa y punta ancha, atado con un cordón de cuero. El Capitán General que en aquel momento se vestía, supo que aquel jibaro, según decía el ayuda de cámara, se hacia presentado cuando empezaba a amanecer, diciendo: que necesitaba con urgencia ver al general; pero que no le molestaran que el esperaría a que estuviera levantado y quisiera recibirle.
Un cuarto de hora después elgeneral, que tenía buen corazón, era muy amante de su familia y de genio muy vivo, salió a la antesala, y llamando a nuestro hombre, le preguntó bondadosamente que se le ofrecía.
--Señor, contestó aquel, luciendo un saludo tan zalamero como desgarbado; soy vecino del pueblo de... donde tengo algunas tierras, ganado, y algunos esclavitos que considero como si fueran mis hijos. Allá supe que laseñora de Vuecelencia estaba a punto de tener un niño y como acostumbramos en los campos, cuando vuestras mujeres no tienen bastante leche para criar, hacer que las negritas den el pecho a nuestros hijitos o darles [p. 164] leche de una vaca que sea recién parida, sana y que no se cambie nunca, hasta que el niño deje de mamar, salí a prima noche de casa para venirle a ofrecer una negrita y unavaquita escogidas entre las mejores de casa, por si pueden servir para cuando la señora salga de su cuidado.
Al concluir estas palabras, como si temiera levantar la vista dirigió al general una mirada tan tímida como suplicante y halagadora.
Este último retrocedió un paso, le miró de pies a cabeza y, satisfecho de su examen, expresó su fisonomía una satisfacción que alcanzaba a lo más profundode su alma.
--Buen hombre no sabe usted lo que le agradezco el ofrecimiento que me hace. Vendrá enseguida el médico para que reconozca a su esclava y a la vaca y arreglaremos las condiciones del negocio según usted quiera. Pero ahora que caigo en la cuenta todavía no he tornado el café; acompáñeme usted que tampoco lo habrá tornado.
El campesino pasó a la mano izquierda el sombrero dejipijapa bastante usado que tenía en la derecha, con ésta se rascó ligeramente la cabeza y contestó:
--Señor, es verdad que no he tornado café porque salí a prima noche de mi casa, para que con la fresca no se fatigaran la negrita ni la vaquita y en ninguna parte me he parado; pero maldita, señor, la falta que me hace, porque estoy viendo que es verdad lo que se dice por mi pueblo.
--¿Y qué es loque se dice por su pueblo?
--Se dice que Vuecelencia quiere mucho a su familia y quiere también a esta tierra y a los que habremos nacido en ella. Cuando vuelva a mi casa le diré a todo el mundo que cuando hablaba con Vuecelencia me parecía que hablaba con mi padre. Por eso nosotros los jibaros le queremos como si lo fuera.
--Gracias. ¿Con qué eso dicen por allá? Lo celebro mucho. Vamos puesa tomar café mientras viene el médico.
Media hora después, entraba éste en la Fortaleza y bajaban al patio con el general y el labrador. Allí había una mujer joven y robusta de color muy negro y bondadosa fisonomía, que fue reconocida por el facultativo y declarada inmejorable como nodriza y una hermosa vaca sumamente mansa.
El médico al fijarse en esta última dijo que era menester...
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