LA VISITA DE ALLENDE

LA VISITA
Por: JOSÈ BARRAGAN.
Unos minutos después de las 4 de la mañana, el padre despierta a Bernardo. “Vamos mijo, toca ir a trabajar” A regañadientes, el niño se levanta, escasamente se lava lacara y la boca. ¡El frío es espantoso! Su padre lo ha mandado a peluquear la tarde anterior –estilo soldado-. Minutos después, luego de un frugal desayuno preparado en el fogón de carbón por su madre, Bernardo y su serio padre agitadamente recorren las solitarias y oscuras calles del barrio , en dirección al lote donde salen cada hora los viejos buses hacia el centro de la ciudad. Tiritando aúnde frío, Bernardo se ubica en la ventana -así lo hace todos los domingos-,pues siente una especial fascinación observar los perros que salen de la oscuridad y que se lanzan como flechas infernalesa las llantas de su fortaleza iluminada. Ni Bernardo ni su padre sospechan que una visita ilustre a la ciudad marcaría como tinta indeleble el joven corazón del niño. Ese día Bernardo jamás loolvidaría…
Aún no son las seis de la mañana de ese domingo, y, mientras caminan apresuradamente por la calle 19 hacia arriba, Bernardo observa que este día no están solamente las acostumbradas mujeres,medio borrachas medio vestidas, que, como estatuas con un cigarro en la mano, parecieran en una eterna espera del que no ha de llegar; no, hoy también hay otras estatuas, vestidas de verde, con señofruncido y fusil entre sus manos. Su padre le ha dicho que hoy viene de visita un Presidente de otro país.
Por fin llegan Bernardo y su padre al viejo edificio. Como ya es costumbre, deben organizar unagran cantidad de gruesos periódicos dominicales –EL TIEMPO, El Espectador y La República-para luego deslizarlos furtivamente por debajo de la puerta de todos los apartamentos. Al niño le encantanestos periódicos, pero no por las noticias sino por la sección de aventuras en cómics. Tarzán, Mandrake y Batman son sus preferidas. Bernardo realmente aprendió a leer hojeando estas coloridas...