La Viuda de los jueves

Páginas: 10 (2409 palabras) Publicado: 7 de abril de 2013
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1.

Abrí la heladera, y me quedé así, descansando con
la mano apoyada en la manija, frente a esa luz fría que iluminaba los estantes, con la mente en blanco y la mirada
inútil. Hasta que la alarma que indicaba que la puerta
abierta dejaba escapar el frío empezó a sonar, y me recordó por qué estaba ahí, parada frente ala heladera. Busqué
algo que comer. Junté en un plato algunas sobras del día
anterior, las calenté en el microondas y las llevé a la mesa.
No puse mantel, apenas un individual de rafia de aquellos
que había traído hacía un par de años de Brasil, de las últimas vacaciones que pasamos los tres juntos. En familia.
Me senté frente a la ventana, no era mi lugar habitual en
la mesa, pero megustaba comer mirando el jardín cuando
estaba sola. Ronie esa noche, la noche en cuestión, cenaba
en la casa del Tano Scaglia. Como todos los jueves. Aunque
ese jueves fuera distinto. Un jueves de septiembre de 2001.
Veintisiete de septiembre de 2001. Ese jueves. Todavía
seguíamos espantados por la caída de las Torres Gemelas,
y abríamos las cartas con guantes de goma por temor a encontrarnos conun polvo blanco. Juani había salido. No le
había preguntado con quién ni adónde. A Juani no le gustaba que le preguntara. Pero igual yo sabía. O me imaginaba, y entonces creía que sabía.
Casi no ensucié platos. Ya hacía unos años había
aceptado que no podíamos pagar más personal doméstico
de jornada completa, y sólo venía una mujer dos veces por
semana a hacer el trabajo grueso. Desdeentonces aprendí
a ensuciar lo mínimo posible, aprendí a no arrugarme, a
casi no desarmar la cama. No por la carga de la tarea en sí

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m isma, sino porque lavar los platos, hacer las camas
o planchar la ropa me recordaban lo que alguna vez había
tenido, y ya no tenía más.
Pensé en salir a caminar, pero me detenía el temor
de cruzarme con Juani y que él creyera que lo estaba espiando. Hacíacalor, era una noche estrellada y luminosa.
No tenía ganas de acostarme y empezar a dar vueltas en la
cama, sin sueño, pensando en alguna operación inmobiliaria que no terminaba de poder concretar. Por aquel entonces parecía que todas las operaciones estaban destinadas a caerse antes de que yo pudiera cobrar una comisión.
Veníamos de varios meses de crisis económica, algunos lo
disimulabanmejor que otros, pero a todos de una manera u otra nos había cambiado la vida. O nos estaba por
cambiar. Fui a mi cuarto a buscar un cigarrillo, iba a salir
a pesar de Juani, y me gustaba caminar fumando. Cuando
pasé frente al dormitorio de mi hijo pensé en entrar y buscar ahí un cigarrillo. Pero sabía que no habría encontrado
lo que buscaba, que hubiera sido sólo una excusa para entrar y mirar,y ya había estado mirando esa mañana cuando había hecho su cama y ordenado su cuarto, y tampoco
entonces había encontrado lo que buscaba. Seguí, en mi
mesa de luz tenía un atado nuevo, lo abrí, saqué un cigarrillo, lo prendí y bajé la escalera dispuesta a salir. En ese
momento entró Ronie, y mis planes cambiaron. Esa noche todo fue distinto de lo planeado. Ronie fue directo al
bar. «Qué rarotan temprano...», le dije al pie de la escalera. «Sí», dijo él y subió con un vaso y la botella de whisky.
Esperé un momento, parada ahí, y luego lo seguí. Pasé por
nuestro dormitorio, pero no estaba. Tampoco en el baño.
Había ido a la terraza y se había instalado ahí, en una reposera, dispuesto a beber. Me acerqué una silla, me senté
junto a él, y esperé mirando en la misma dirección,callada. Quería que me contara algo. Nada importante, ni
divertido, ni siquiera necesitaba que me dijera algo con
sentido, sólo que me hablara, que hiciera la parte que le

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correspondía en esa charla mínima en la que se habían convertido nuestras conversaciones con el paso del tiempo. Un
pacto tácito de frases hechas encadenadas, palabras que iban
llenando el silencio, con el propósito de...
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