la voragine
JOSÉ EUSTASIO RIVERA
LA VORÁGINE
PRÓLOGO
Señor Ministro:
De acuerdo con los deseos de S.S., he arreglado para la publicidad los manuscritos de
Arturo Cova, remitidos a ese Ministerio por el Cónsul de Colombia en Manaos.
En esas páginas respeté el estilo y hasta las incorrecciones del infortunado escritor,
subrayando únicamente los provincialismos de más carácter.
Creo, salvomejor opinión de S.S., que este libro no se debe publicar antes de tener más
noticias de los caucheros colombianos del Río Negro o Guainía; pero si S.S. resolviere
lo contrario, le ruego que se sirva comunicarme oportunamente los datos que adquiera
para adicionarlos a guisa de epílogo.
Soy de S.S. muy atento servidor,
José Eustasio Rivera.
FRAGMENTO DE LA CARTA DE ARTURO COVA
2
“…Los queun tiempo creyeron que mi inteligencia irradiaría extraordinariamente,
cual una aureola de mi juventud; los que se olvidaron de mí apenas mi planta
descendió al infortunio; los que al recordarme alguna vez piensen en mi fracaso y se
pregunten por qué no fui lo que pude haber sido, sepan que el destino implacable me
desarraigó de la prosperidad incipiente y me lanzó a las pampas, para queambulara,
vagabundo, como los vientos, y me extinguiera como ellos, sin dejar más que ruido y
desolación”.
PRIMERA PARTE
Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo
ganó la Violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia
sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado fui
siempre el dominador cuyoslabios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el
don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma
destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.
Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza
de sentir un afecto puro. En vano mis brazos - tediosos de libertad- se tendieron ante
muchas mujeresimplorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía
el silencio en mi corazón.
Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que
buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes
fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a
someterme por la fuerza. Ella me denunció losplanes arteros.
-Yo moriré sola – decía-: mi desgracia se opone a tu porvenir.
Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que
me hundiría en la cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente:
-¿Cómo podría desampararte? ¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame el amor.
-¡Y huimos!
Aquella noche, la primera de Casanare, tuve por confidente alinsomnio.
A través de la gasa del mosquitero, en los cielos ilímites, veía parpadear las estrellas.
Los follajes de las palmeras que nos daban abrigo enmudecían sobre nosotros. Un
silencio infinito flotaba en el ámbito, azulando la transparencia del aire. Al lado de mi
“chinchorro”, en su angosto catrecillo de viaje, Alicia dormía con agitada respiración.
Mi ánima atribulada tuvo entoncesreflexiones agobiadoras: ¿Qué has hecho de tu
propio destino? ¿Qué de esta jovencita que inmolas a tus pasiones? ¿Y tus sueños de
gloria, y tus ansias de triunfos y tus primicias de celebridad? ¡Insensato! El lazo que a
las mujeres te une, lo anuda el hastío. Por orgullo pueril te engañaste a sabiendas,
atribuyéndole a esta criatura lo que en ninguna otra descubriste jamás, y ya sabías que el
idealno se busca; lo lleva uno consigo mismo. Saciado el antojo, ¿qué mérito tiene el
cuerpo que a tan caro precio adquiriste? Porque el alma de Alicia no te ha pertenecido
nunca, y aunque ahora recibas el calor de su sangre y sientas su respiro cerca de tu
hombro, te hallas, espiritualmente, tan lejos de ella como de la constelación taciturna
que ya se inclina sobre el horizonte.
En aquel...
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