La zarpa
Me reclamó que no la buscara, aunque ella me mandaba cadaaño tarjetas de Navidad. Me dijo que el próximo domingo el chofer iría a recogerme para que cenáramos en su casa. Cuando llegamos, por cortesía la invité a pasar. Y aceptó, padre, imagínese: aceptó. Yase figurará la pena que me dio mostrarle el departamento a ella que vivía entre tantos lujos y comodidades. Aunque limpio y arreglado, aquello era el mismo cuchitril que conoció Rosalba cuando andabatambién de pobretona. Todo tan viejo y miserable que por poco me suelto a llorar de rabia y de vergüenza.
Rosalba se entristeció. Nunca antes había regresado a sus orígenes. Hicimos recuerdos deaquellas épocas. De repente se puso a contarme qué infeliz se sentía. Por eso, padre, y fíjese en quién se lo dice, no debemos sentir envidia: nadie se escapa, la vida es igual de terrible con todos. Latragedia de Rosalba era no tener hijos. Los hombres la ilusionaban un momento. En seguida, decepcionada, aceptaba a algún otro de los muchos que la pretendían. Pobre Rosalba, nunca la dejaron en paz,lo mismo en Santa María que en la preparatoria o en esos lugares tan ricos y elegantes que conoció más tarde.
Se quedó poco tiempo. Iba a una fiesta y tenía que arreglarse. El domingo se presentóel chofer. Estuvo toca y toca el timbre. Lo espié por la ventana y no le abrí. Qué iba a hacer yo, la fea, la gorda, la quedada, la solterona, la empleadilla, en ese ambiente de riqueza. Para qué...
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