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Páginas: 9 (2122 palabras)
Publicado: 19 de agosto de 2014
Voces
El pasillo de la planta baja era oscuro y estrecho, al fondo una única luz brillaba en el umbral de las escaleras que bajaban al sótano, a la sala de la calderas, allí donde una noche más volvían a escucharse las voces.
Cristóbal era el tercer vigilante nocturno en lo que iba de año, el undécimo desde que, según cuenta la leyenda,empezaran a escucharse los gritos. Ninguno de sus predecesores habían terminado en condiciones de contarlo, tres estaban ingresados en diferentes centros psiquiátricos, cinco habían desaparecido, el resto se había suicidado.
El complejo llevaba cerrado más de 60 años, abandonado en algún momento cercano al final de la guerra civil, había sido concebido como hogar de
discapacitados a principiosde siglo y reconvertido en hospital de campaña durante los años más oscuros de la contienda. Los últimos informes databan de 1842, después nada… el terrible incendio devoro en dos salas anexas y parte del edificio principal, los expertos y posteriormente los historiadores declararon que el fuego había surgido de un fallo en los conductos de la caldera, pero nadie había querido investigar más allá.Ni causas, ni víctimas, ni responsables, todo había quedado silenciado, hasta que la llegada del nuevo equipo ministerial supuso el inicio de las labores de restauración del viejo y defenestrado caserón.
Cuatro años antes de que Cristóbal consiguiera el puesto las autoridades ya habrían vuelto a abrir las puertas, habrían quebrado los sellos, habrían desenterrado sus secretos, habían
dadocomienzo a las voces.
Aquella noche, como otras tantas, Cristóbal atravesó el estrecho pasillo con la linterna temblando en su mano zurda, mientras que la diestra estaba aferrada a la empuñadura de la porra que llevaba sujeta al cinturón. Solo llevaba dos meses en aquel trabajos y jamás hubiera imaginado que el terror iba a comenzar tan pronto, tiempo antes le explicaron sobre aquellas voces, nole ocultaron nada; le habían explicado los misterios e inconvenientes de aceptar el turno nocturno de vigilancia en un hospital abandonado, en un hospital con esa historia, en aquel lugar con esa leyenda negra.
¿Qué abría ocurrido entre sus paredes en el año 1842?
Las voces intentaban explicarlo, pero
nadie sabía o querías hacerles caso. Los gritos no sonaban cada noche sino solamentealgunas veces en las madrugadas más frías y silenciosas de aquella ciudad. El tiempo parecía detenerse, el aire empezaba a oler a rancio, chillidos como de reses siendo partidas por la mitad recorrían las paredes del antiguo sanatorio como un filo de navaja, siempre procedentes de la habitación de la caldera, al igual que el calor, que el hedor, igual que la temperatura infernal que surgía deuna caldera muerta hacía más de medio siglo.
Cristóbal volvió a sentir su corazón acelerarse cuando llegó al final de la escalera, el titubeante haz de su linterna dibujo un circulo espectral en la pared de hormigón que conducía a la puerta reforzada de la sala de calderas. Empezó a avanzar muy despacio sabiendo a ciencia cierta que
el calor que sentía al acercarse era sólo producto de suimaginación, así como las voces, los gritos, chillidos estremecedores de niños ardiendo.
¿Qué ocultaban aquellas paredes?, ¿Qué escondía esa máquina infernal?, ¿Qué habían hecho con ella?
Los gritos se clavaban en las sienes del vigilante rompiendo su fortaleza, haciéndole cuestionarse porque las autoridades no decidían destruir el ala de calderas o, en el mejor de los casos, el edificioentero, olvidar la restauración y enterrar para siempre los terrores y los crímenes cometidos ahí dentro, entonces las voces gritaron más fuerte. –Vasta– grito Cristóbal, cerrando el puño en torno al pomo que parecía arder en su palma. Solo tenía que entrar, cerrar la llave una vez más y así cesaría el dolor, cesarían los gritos… al menos hasta la próxima
noche.
Antes de abrir ya sabía lo que se...
El pasillo de la planta baja era oscuro y estrecho, al fondo una única luz brillaba en el umbral de las escaleras que bajaban al sótano, a la sala de la calderas, allí donde una noche más volvían a escucharse las voces.
Cristóbal era el tercer vigilante nocturno en lo que iba de año, el undécimo desde que, según cuenta la leyenda,empezaran a escucharse los gritos. Ninguno de sus predecesores habían terminado en condiciones de contarlo, tres estaban ingresados en diferentes centros psiquiátricos, cinco habían desaparecido, el resto se había suicidado.
El complejo llevaba cerrado más de 60 años, abandonado en algún momento cercano al final de la guerra civil, había sido concebido como hogar de
discapacitados a principiosde siglo y reconvertido en hospital de campaña durante los años más oscuros de la contienda. Los últimos informes databan de 1842, después nada… el terrible incendio devoro en dos salas anexas y parte del edificio principal, los expertos y posteriormente los historiadores declararon que el fuego había surgido de un fallo en los conductos de la caldera, pero nadie había querido investigar más allá.Ni causas, ni víctimas, ni responsables, todo había quedado silenciado, hasta que la llegada del nuevo equipo ministerial supuso el inicio de las labores de restauración del viejo y defenestrado caserón.
Cuatro años antes de que Cristóbal consiguiera el puesto las autoridades ya habrían vuelto a abrir las puertas, habrían quebrado los sellos, habrían desenterrado sus secretos, habían
dadocomienzo a las voces.
Aquella noche, como otras tantas, Cristóbal atravesó el estrecho pasillo con la linterna temblando en su mano zurda, mientras que la diestra estaba aferrada a la empuñadura de la porra que llevaba sujeta al cinturón. Solo llevaba dos meses en aquel trabajos y jamás hubiera imaginado que el terror iba a comenzar tan pronto, tiempo antes le explicaron sobre aquellas voces, nole ocultaron nada; le habían explicado los misterios e inconvenientes de aceptar el turno nocturno de vigilancia en un hospital abandonado, en un hospital con esa historia, en aquel lugar con esa leyenda negra.
¿Qué abría ocurrido entre sus paredes en el año 1842?
Las voces intentaban explicarlo, pero
nadie sabía o querías hacerles caso. Los gritos no sonaban cada noche sino solamentealgunas veces en las madrugadas más frías y silenciosas de aquella ciudad. El tiempo parecía detenerse, el aire empezaba a oler a rancio, chillidos como de reses siendo partidas por la mitad recorrían las paredes del antiguo sanatorio como un filo de navaja, siempre procedentes de la habitación de la caldera, al igual que el calor, que el hedor, igual que la temperatura infernal que surgía deuna caldera muerta hacía más de medio siglo.
Cristóbal volvió a sentir su corazón acelerarse cuando llegó al final de la escalera, el titubeante haz de su linterna dibujo un circulo espectral en la pared de hormigón que conducía a la puerta reforzada de la sala de calderas. Empezó a avanzar muy despacio sabiendo a ciencia cierta que
el calor que sentía al acercarse era sólo producto de suimaginación, así como las voces, los gritos, chillidos estremecedores de niños ardiendo.
¿Qué ocultaban aquellas paredes?, ¿Qué escondía esa máquina infernal?, ¿Qué habían hecho con ella?
Los gritos se clavaban en las sienes del vigilante rompiendo su fortaleza, haciéndole cuestionarse porque las autoridades no decidían destruir el ala de calderas o, en el mejor de los casos, el edificioentero, olvidar la restauración y enterrar para siempre los terrores y los crímenes cometidos ahí dentro, entonces las voces gritaron más fuerte. –Vasta– grito Cristóbal, cerrando el puño en torno al pomo que parecía arder en su palma. Solo tenía que entrar, cerrar la llave una vez más y así cesaría el dolor, cesarían los gritos… al menos hasta la próxima
noche.
Antes de abrir ya sabía lo que se...
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