Lala
-¡Abajo esasmayores...! ¡El tallaviento!
Y Andrés, helado de espanto, vio a aquellos hombres tan valerosos abandonar los remos y lanzarse, descoloridos y acelerados, a cumplir los mandatos del patrón.
Un soloinstante de retardo en la maniobra hubiera ocasionado el temido desastre; porque apenas quedó izado el tallaviento, una racha furiosa, cargada de lluvia, se estrelló contra la vela, y con su empuje envolvióla lancha entre rugientes torbellinos. Una bruma densísima cubrió los horizontes, y la línea de la costa, mejor que verse, se adivinaba por el fragor de las mares que la batían, y el hervor de laespuma que la asaltaba por todas sus asperezas.
Cuanto podía abarcar entonces la vista en derredor, era ya un espantoso resalsero de olas que se perseguían en desatentada carrera, y se azotaban con susblancas crines, sacudidas por el viento. Correr delante de aquella furia desatada, sin dejarse asaltar de ella, era el único medio, ya que no de salvarse, de intentarlo siquiera. Pero el intento noera fácil, porque solamente la vela podía dar el empuje necesario, y la lancha no resistiría sin zozobrar, ni la escasa lona que llevaba en el centro.
Andrés lo sabía muy bien; y al observar cómocrujía el palo en su carlinga, y se ceñía como una vara de mimbre, y crepitaba la vela, y zambullía la lancha su cabeza, y tumbaba después sobre un costado, y la mar embestía por todas partes, nopreguntó siquiera por qué el patrón mandó arriar él tallaviento y armar la unción en el castillo de proa. Más que lo que la maniobra significaba en aquel momento angustioso, heló la sangre en el corazón...
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