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Y ahí estaba yo, en la cúspide del edificio viendo como en un efímero momento su cuerpo iba cayendo, próximo a impactar contra el concreto, mientras yo permanecía tácito ante lo que estabasucediendo.
Permanecí inexorable unos cinco minutos y mis ojos eran símbolo clave de la huella que ese día estaba dejando en mí. Luego de despegar mi mirada de aquel cuerpo, pude escuchar los gritos queempezaron a emitir las personas anonadadas por el hecho, y las sirenas de la policía, que empezaron a incrementar su sonido.
¿Qué puedo decir de semejante día? .Tengo un carácter pusilánime y mecostará recuperarme. Estaba en mi hora de descanso, me aseguré que todas las puertas del museo de orfebrería estuviesen correctamente cerradas, que todo estuviese limpio y como todos los días después deacabar de cerrar el museo, me dirigí feliz al cuarto de vigilancia a llamar a mi esposa e hijos, para mí todo era perfección cada que podía escucharlos.

Mi llamada fue interrumpida por el sonidode un golpe que provenía de la entrada principal. Cogí la chaqueta para abrigar mi cuerpo, salí hecho un energúmeno de la sala y caminando sin prisa vi que era Baldassare, un visitante asiduo de estemuseo y amigo del dueño. Un hombre que hablaba con elocuencia, impertinente, inspiraba confianza, aparentemente pulcro y que horas atrás había dirigido una alocución a las personas que estaban en elmuseo, dando la bienvenida a la nueva escultura colosal y a las demás que llegaron para surtir el museo

– Buenas noches, ¿en qué puedo servirle señor Baldassare?
– ¡Buenas! Durante el discursoque di esta tarde creo haber olvidado mi abrigo en la sala 7 -¿Puede permitirme acceder para buscarlo?
– Sin duda alguna –dije.
Quiero abrir un paréntesis para explicar por qué confiaba tanto en elseñor Baldassare. Yo era algo lego, inepto y torpe en mi formación como vigilante de seguridad, estaba pasando por una época de pobreza y necesitaba acumular el maldito dinero para mis estudios....