laregenta

Páginas: 1220 (304853 palabras) Publicado: 27 de octubre de 2015
LA REGENTA

LEOPOLDO ALAS «CLARÍN»

—I—

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las
nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más
ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de
arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose,
comomariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles.
Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban
en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas,
dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles,
otras hasta los carteles de papel mal pegado alas esquinas, y había pluma que llegaba a un
tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un
escaparate, agarrada a un plomo.
Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido
y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de
la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de laesbelta torre en la Santa Basílica. —
La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de
belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo
gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba
las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas
yhoras aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja
se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que
aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta
sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde
allí en pirámide de ángulo gracioso,inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de
músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo
equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de
caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más
pequeña, y sobre ésta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
Cuando en las grandessolemnidades el cabildo mandaba iluminar la torre con faroles
de papel y vasos de colores, parecía bien, destacándose en las tinieblas, aquella romántica
mole; pero perdía con estas galas la inefable elegancia de su perfil y tomaba los contornos
de una enorme botella de champaña. —Mejor era contemplarla en clara noche de luna,
resaltando en un cielo puro, rodeada de estrellas que parecían suaureola, doblándose en
pliegues de luz y sombra, fantasma gigante que velaba por la ciudad pequeña y negruzca
que dormía a sus pies.
Bismarck, un pillo ilustre de Vetusta, llamado con tal apodo entre los de su clase, no
se sabe por qué, empuñaba el sobado cordel atado al badajo formidable de la Wamba, la
gran campana que llamaba a coro a los muy venerables canónigos, cabildo catedral de
preeminentescalidades y privilegios.
Bismarck era de oficio delantero de diligencia, era de la tralla, según en Vetusta se
llamaba a los de su condición; pero sus aficiones le llevaban a los campanarios; y por
delegación de Celedonio, hombre de iglesia, acólito en funciones de campanero, aunque
tampoco en propiedad, el ilustre diplomático de la tralla disfrutaba algunos días la honra de
despertar al venerandocabildo de su beatífica siesta, convocándole a los rezos y cánticos de
su peculiar incumbencia.

1

El delantero, ordinariamente bromista, alegre y revoltoso, manejaba el badajo de la
Wamba con una seriedad de arúspice de buena fe. Cuando posaba para la hora del coro —
así se decía— Bismarck sentía en sí algo de la dignidad y la responsabilidad de un reloj.
Celedonio ceñida al cuerpo la sotana...
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