Las 3 Viudas
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–En rigor, tomaréciertas medidas para asegurarme de ello –dijo. Y salió. Exactamente una semana más tarde, Ellery se encontraba sentado al lado de la cama de caoba de las señora Hood, bajo las miradas ansiosas del doctor Benedict y el señor Sparke. Había sido envenenada de nuevo. Por fortuna, el doctor Benedict llegó a tiempo. Ellery se inclinó sobre el rostro de la anciana, que más parecía de yeso que de carne.–Esas Hood… precauciones suyas, señora
–Le digo –murmuró ella- que era imposible… –Aún así –respondió Ellery con alegría–, se hizo. De manera que resumamos. Hizo poner barrotes en las ventanas de su dormitorio e instalar una nueva cerradura en la puerta, cuya única llave llevaba encima en todo momento. Compraba su propia comida. Cocinaba para sí en esta habitación, y comía aquí a solas. Es claro,entonces, que el veneno no puede haber sido introducido en los alimentos, antes, durante o después de su preparación. Además usted me dice que compró platos nuevos, que tiene aquí y que solo usted los maneja. Por consiguiente, el veneno no habría podido ser puesto en los utensilios de cocina, la vajilla, cristalería o platería utilizados en sus comidas. ¿Cómo se administró el veneno? –Ese es elproblema –exclamó el doctor Benedict. –Un problema, señor Queen –masculló el señor Strake –que me pareció –y el doctor Benedict estuvo de acuerdo– ser de su especialidad, más que de la policía. –Bueno, mi especialidad es muy sencilla –respondió Ellery–, siempre que ustedes la
Oh, entiendo su impaciencia por librarse de mí. Tienen gustos lujosos, que no se satisfacen con mi manera sencilla devivir. A las dos les gustaría volver a casarse, y con el dinero podrían comprarse sendos segundos esposos. –La anciana se inclinó un tanto hacia delante. –Pero las tengo reservadas malas noticias. Mi madre murió a los noventa y nueve, mi padre a los ciento tres. El doctor Benedict me dice que puedo vivir treinta años más, y tengo todas las intenciones del mundo de hacerlo así. –Se puso de pie conesfuerzo, aún sonriente.
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entiendan. Señora Hood, voy a hacerle muchas preguntas. ¿Está bien, doctor? Éste tomó el pulso de la anciana y asintió. Ellery comenzó. Ella contestaba en susurros, pero con gran seguridad. Había comprado un nuevo cepillo de dientes y nueva pasta dentífrica para su aseo. No tenía dentadura postiza. Sentía aversiónpor las medicinas, y no tomaba drogas ni paliativos de ninguna especie. Solo bebía agua. No fumaba, ni comía dulces, ni usaba cosméticos… Las preguntas siguieron y siguieron. Ellery formuló todas las que se le ocurrieron, y luego sacudió el cerebro para idear algunas más. Por último agradeció a la señora Hood, le palmeó la mano y salió con el doctor Benedict y el señor Strake. –¿Cuál es su...
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