Las alas del sol
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Parte 1
Parte 2
Biografía
Créditos
Parte 1
Saltando por encima de pedruscos afilados, Lidia, una cazarrecompensas fuerte y de piernas musculosas, corría dispuesta a dejarse la vida por alcanzar al hombre que habían ido a buscar. Dracela, su dragón alado, pasó volando a escasos metros por encima de ella.
—¡Yoiré por la derecha! —gritó Lidia—. Le cortaré el paso allí.
—De acuerdo —asintió Gaúl, su compañero.
Sin quitarle ojo, Lidia observó cómo aquel al que perseguían sabía lo que se hacía, pero al vislumbrar sangre en su costado supo que estaba herido. Eso la hizo sonreír. Aquella herida sangrante significaba que sería suyo.
Con la espada en una mano y la daga en la otra, llegó a lo alto de unaroca al final del camino y se abalanzó sin miedo sobre su presa, un individuo llamado Bruno Pezzia.
Días antes, Lidia y Gaúl habían desembarcado de la goleta Rizalpilla en el puerto de Perla, tras surcar el mar de Banks y conseguir rescatar a la hija de un terrateniente de Londan. La recompensa que dicho terrateniente les había prometido por recuperar a su hija sana y salva, que había sido raptadapor
un comerciante egipcio en Feire, les ofrecía la oportunidad de continuar con su particular misión: encontrar a Dimas Deceus y vengar las muertes de sus familiares más queridos.
Pero el hermano del terrateniente les encomendó un nuevo encargo, al que no pudieron negarse.
Debían encontrar a un ladrón llamado Bruno Pezzia, que se les había escapado pocos días antes. Y ése era precisamente elhombre que estaba ahora inconsciente en el suelo, con sangre en el costado, y al que Lidia amordazaba ya con maestría.
—Buen trabajo, jefa —sonrió Gaúl al llegar a su altura.
—Gracias —asintió ella—. Pero ha sido Dracela quien ha derribado al ladrón, no yo.
Gaúl miró al hombre que yacía inmóvil en el suelo y, al agacharse, vio que era joven y que, por los golpes en su rostro y la sangre en sucostado, parecía haber sufrido una violenta tortura. Al ver cómo su compañero miraba al individuo, Lidia le espetó:
—Si quieres curar su costado, ¡cúralo!, pero no quiero oír ni un solo comentario. No me interesa cómo se hizo esos moratones, ni cómo se partió el labio. Cobraremos la recompensa y fin del asunto.
—Parece un tipo gallardo —murmuró Dracela con su voz profunda y adragonada—. Creo quelas mujeres de tu especie lo considerarían un hombre apuesto y agradable de mirar.
Gaúl y la dragona se miraron y sonrieron.
—Me da igual lo que piensen las mujeres —bufó Lidia—. Para mí, este hombre es una simple mercancía. —Y, mirando a la dragona, añadió tras atarle al hombre las manos a la espalda—: Dracela, si tanto te gusta, disfrútalo antes de que lo entreguemos a su dueño.
—Un resoplidomío y lo carbonizo —se mofó la dragona—. Mejor no.
Diez minutos después, Gaúl cargó al individuo sobre uno de los caballos y todos se dirigieron hacia el camino del Sauce cansados del viaje. Harían noche cerca del arroyo.
Amanecía. El bosque despertaba de la quietud de la noche. Los pájaros comenzaban a trinar y los conejos corrían de un lado para otro en busca de comida para sus crías. El solanaranjado iluminó sin piedad el rostro de Lidia, que intentaba descansar enroscada en su manta junto a una enorme roca.
—Maldita sea, ¿por qué no puedo dormir un poco más? —protestó dándose media vuelta mientras se tapaba la cara con la manta.
Si algo llevaba mal la joven era la falta de sueño. La inquietud no la dejaba descansar. Años atrás, una mañana en que había salido a cazar a lomos de sucaballo Zorba, el malvado Dimas Deceus había entrado en su casa y había matado despiadadamente a sus padres y a su hermana Cora por el impago de una deuda.
Lidia nunca olvidaría lo que había sentido al regresar y encontrarse con la macabra escena. Miedo, dolor… Eso había sido al principio. Pero con el paso del tiempo esos sentimientos fueron reemplazados por la rabia y la furia.
A partir de...
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