Las Aventuras De Robinson Crusoe

Capitulo XXXI
Robinson viaja de nuevo
Al llegar a Londres aseguré a la buena viuda de que he hablado una pensión suficiente para vivir con holgura y empecé a disfrutar de mis riquezas y un reposo comprado por treinta y cinco años de fatigas e inauditas desgracias.
Ya había gozado de ellas durante siete años y había llegado a una edad avanzada. ¿Quién no hubiera creído que aquella afición,nacida conmigo a los viajes y aventuras se hubiera evaporado con el fuego de mi juventud y que a los 61 años me hallaría por encima de todos los caprichos capaces de sacarle a uno de su patria?
Sin embargo, no pude resistir mucho tiempo el deseo de correr por el mundo. Era como una verdadera enfermedad…
Al comenzar el año 1693, mi sobrino, que había abrazado a la profesión de marino y a quienle confié el mando de un excelente barco, volvió de un viaje que había emprendido a Bilbao, el primero que hizo como capitán. Me dijo que unos riquísimos comerciantes le habían propuesto emprender por cuenta de ellos un viaje a las Indias y de allí a China.
-Vamos, tío –añadió-, ¿qué mal hay en que vengáis con migo? ¿No deseáis ardientemente correr aventuras por mar? Yo os prometo daros elgusto de volver a vuestra isla, porque he de hacer escala en Brasil.
Mi sobrino me lo prometió de todo corazón e hice mis preparativos para partir con él.
A más de esto, llevaba conmigo cuatro obreros que deseaba permaneciesen en mi isla para trabajar por mi cuenta durante mi estancia en ella, con permiso de quedarse o de seguirme cuando me decidiera a salir. Eran un carpintero, un cerrajero,un sastre, y otro muchacho muy ingenioso que, aunque de oficio tonelero, era mecánico. Era muy diestro para construir ruedas y molinos de mano para moler el trigo; además era tornero y alfarero y capaz de hacer a la perfección cualquier clase de trabajo de madera o de barro.
La tarde del 20 de febrero el marinero que estaba de guardia vino a decirnos que había visto a lo lejos un resplandorseguido de un cañonazo e inmediatamente después se oyó otro.
Subimos todos a cubierta, donde, durante algunos instantes, no oímos nada; pero a los pocos minutos descubrimos una gran luz y dedujimos que debía ser un gran incendio.
A todo esto, el tiempo había estado nublado y solo pudimos ver fuego; pero media hora después, impulsados por el viento favorable, aunque bastante flojo, yhabiéndose aclarado bastante el tiempo vimos distantemente un gran buque devorado por la llamas en medio del mar.
Esperando el día, seguimos con rumbo al barco incendiado ; pero durante esta maniobra vimos con gran terror, aunque nos lo esperábamos, que el barco volaba por los aires y se apagaba poco después l fuego, sin duda porque el resto del buque se había hundido.
Al día siguiente, a eso delas ocho, descubrimos con los catalejos dos chalupas repletas de gente y vimos que aquellos infelices, que tenían el viento contrario, remaban con todas sus fuerzas y que, al vernos, hacían toda clase de señales para que nosotros lo viéramos también. En menos de media hora los alcanzamos y dejamos que todos entraran en el barco. Eran lo menos setenta, a contar entre hombres, mujeres y niños.
Elfuego se había producido por imprudencia del timonel. Como todos habían acudido a sofocarlo, se creyó absolutamente apagado, pero no tardaron en ver que habían caído algunas chispas en ciertos sitios del barco a donde era imposible llegar. Lo único que pudieron hacer fue abandonar el buque. En esa situación todo su consuelo era haberse librado del fuego, sin poder esperar razonablemente salvarsepor estar a gran distancia de tierra. Lo único que podía animarles era la esperanza de encontrar en el mar algún buque que quisiera tomarlos a bordo.
Todos eran franceses, a excepción de dos personas, a quienes acontecimientos que sería demasiado prolijo contar habían conducido aquel buque: era un eclesiástico inglés, de avanzada edad, y una joven viuda, de unos 18 años, ésta, que durante...