Las brujas de Salem edición Tusquets
(Por orden de aparici6n en escena)
El reverendo Parris
Betty Parris
Tituba
Abigail Williams
Susanna Walcott
La senora Ann Putnam
Thomas Putnam
Mercy Lewis
Mary Warren
John Proctor
Rebecca Nurse
Giles Corey
El reverendo John Hale
Elizabeth Proctor
Francis Nurse
Ezekiel Cheever
El alguacil Herrick
El juez Hathorne
El vicegobernador Danforth
La comadre Sarah GoodHopkins
Primer acto
Obertura
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Un pequeno dormitorio en el hogar del reverendo Samuel Pa
rris, en Salem, Massachusetts, en la primavera de 1692.
A la izquierda, una ventana estrecha, a traves de cuyos vi
drios emplomados entra el sol matinal. Cerca de la cama, que
queda a la derecha, todavia arde una vela. Una comoda, una si
lla y una mesita completan el mobiliario. Al jondo, una puerta
daal descansillo de la escalera que /leva al piso bajo. El cuarto
produce una imprpsion de austera limpieza. Las vigas del techo
estan al descubierto, y la madera es de color natural, sin barniz
ni pintura de ninguna clase.
Al alzarse el telon, el reverendo Parris esta de rodillas junto
a la cama de su hija Betty, rezando. Betty, de diez anos, yace en
el lecho, inmovil.
En la epoca en quesucedieron estos acontecimientos, el
reverendo Parris tenia algo mas de cuarenta aiios. En los re
latos bist6ricos su figura queda muy malparada y son muy
pocas las cosas buenas que pueden decirse de el. Tenia el con
vencimiento de que se Ie perseguia dondequiera que iba, pese
a sus incansables esfuerzos por congraciarse con Dios y sus
convecinos. En las reuniones con sus feligreses consideraba uninsulto que alguien se levantara para cerrar la puerta sin ha
berle pedido permiso. Era un viudo a quien no interesaban los
niiios y que carecia de dotes para tratarlos. Los veia como j6
venes adultos y, basta el momento de producirse la extrafia
crisis que aqui se relata, ni a el, ni al resto de Salem, se Ie
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ocurri6 nunca que los niiios echaran de menos otralibertad
que la de permitirles andar erguidos, aunque con los ojos li
geramente bajos, los brazos pegados a ambos lados del cuerpo
y la boca cerrada mientras no se les invitara a hablar.
La casa del reverendo Parris se alzaba en 10 que entonces
lIamaban «ciudad» y que hoy en dia apenas alcanzaria la ca
tegoria de pueblo. La iglesia estaba cerca, y desde ahi hasta
las afueras -tanto en direcci6n a labahia como tierra aden
tro- unas cuantas casas oscuras de ventanas pequeiias se ha
cinaban para combatir el crudo inviemo de Massachusetts. La
fundaci6n de Salem apenas se remonta a cuarenta aDos antes
de los sucesos que aqui se relatan. Para el mundo europeo
toda la provincia no era mas que una frontera barbara, habi
tada por una secta de fanaticos que, sin embargo, enviaba a la
metr6poliproductos cuya cantidad y valor aumentaban poco a
poco.
Nadie sabe c6mo eran en realidad sus vidas. Carecian de
novelistas, pero, de todos modos, tampoco se les hubiera per
mitido leer novelas de haberlas tenido a su alcance. Sus creen
cias les prohibian cualquier cosa que se asemejara a una fun
ci6n teatral 0 a una <
yor entrega a la oraci6n.
Lo que no quiere decir que esta manera de vivir tan es
tricta y sombria careciera de interrupciones. Cuando se cons
truia una nueva granja, los amigos se reunian para celebrarlo,
se preparaban algunos platos especiales y probablemente se
bebia sidra con cierto contenido alcoh6lico. Salem contaba con
una buena colecci6n de inutiles que perdian el tiempojugando
al tejo en la tabema de Bridget Bishop. Probablemente la du
reza del trabajo, mas que la fe, contribuia a evitar que se re
lajara la moral, porque los habitantes de Salem estaban obli
gados a luchar como heroes con la tierra por cada grana de
trigo, y a nadie Ie sobraba mucho tiempo para frivolidades.
La existencia de transgresores, sin embargo, puede inferirse
de la costumbre de...
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