las buenas intenciones julio cortazar
Gómez es un hombre modesto y borroso que sólo le pide a la vida un pedacito bajo el sol, el diario con noticias exaltantes y un choclo hervido con poca sal pero, eso sí, conbastante manteca. A nadie le puede extrañar entonces que apenas haya reunido la edad y el dinero suficientes este sujeto se traslade al campo, busque una región de colinas agradables y pueblecitosinocentes y se compre un metro cuadrado de tierra para estar lo que se dice en su casa. Esto del metro cuadrado puede parecer raro y lo sería en condiciones ordinarias, es decir sin Gómez y sin Literio.Como a Gómez no le interesa más que un pedacito de tierra donde instalar su reposera verde y sentarse a leer el diario y a hervir su choclo con ayuda de un calentador Primus, sería difícil quealguien le vendiera un metro cuadrado, porque, en realidad, nadie tiene un metro cuadrado sino muchísisimos metros cuadrados, y vender un metro cuadrado en mitad o al extremo de los otros metros cuadradosplantea problemas de catastro, de convivencia, de impuestos y además, es ridículo y no se hace, qué tanto. Y cuando Gómez, llevando la reposera con el Primus y los choclos empieza a desanimarse despuésde haber recorrido gran parte de los valles y las colinas, se descubre que Literio tiene entre dos terrenos justo un rincón que mide un metro cuadrado y que por hallarse entre dos solares compradosen épocas diferentes posee una especie de personalidad propia, aunque en apariencia no sea más que un montón de pasto con un cardo apuntando hacia el norte. El notario y Literio se mueren de risadurante la firma de la escritura, pero dos días después, Gómez ya está instalado en su terreno en el que pasa todo el día leyendo y comiendo hasta que al atardecer regresa al hotel del pueblo donde tienealquilada una buena habitación, porque Gómez será loco pero nada idiota, y eso hasta Literio y el notario están prontos a reconocer, con lo cual el verano en los valles va pasando agradablemente...
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