las cosas que no nos dijimos
Marc Levy
Las cosas que no nos dijimos
A Pauline y a Louis
Hay sólo dos maneras de ver la vida: una como si nada fuera un milagro y la otra como si todo fuera milagroso.
Albert Einstein.
1
- Bueno, ¿qué te parece?
- Vuélvete y deja que te mire.
- Stanley, llevas media horaexaminándome de pies a cabeza, ya no aguanto ni un minuto más subida a este estrado.
- Yo lo acortaría un poco: ¡sería un sacrilegio esconder unas piernas como las tuyas! -¡Stanley!
- Cariño, ¿quieres mi opinión, sí o no? Vuélvete otra vez para que te vea de frente. Lo que yo pensaba, no veo diferencia entre el escote de delante y el de la espalda;así, si te manchas, no tienes más que darle la vuelta al vestido… ¡Delante y detrás, lo mismo da!
- ¡Stanley!
- Esta idea tuya de comprar un vestido de novia de rebajas me horripila. Ya puestos, ¿por qué no lo compras por Internet? Querías mi opinión, ¿no?, pues ya la tienes.
- Tendrás que perdonarme que no pueda permitirme nada mejor conmi sueldo de infografista.
- ¡Dibujante, princesa! Señor, cómo me horroriza el vocabulario del siglo XXI.
- ¡Trabajo con un ordenador, Stanley, no con lápices de colores!
- Mi mejor amiga dibuja y anima maravillosos personajes, de modo que, con ordenador o sin él, es dibujante y no infografista; ¡parece mentira, todo tienesque discutirlo!
- ¿Lo acortamos o lo dejamos tal cual?
- ¡Cinco centímetros! Y ese hombro hay que rehacerlo, y el vestido hay que meterlo también de cintura.
- Vale, que sí, que lo he entendido: odias este vestido.
- ¡Yo no he dicho eso!
- Pero es lo que piensas.
- Déjame participar en los gastos, y vámonos corriendo al tallerde Anna Maier; ¡te lo suplico, escúchame por una vez!
- ¿Diez mil dólares por un vestido? ¡Estás loco! Tú tampoco te lo puedes permitir, y además no es más que una boda, Stanley.
- ¡Tu boda!
- Ya lo sé -suspiró Julia.
- Con toda su fortuna, tu padre podría haber…
- La última vez que vi a mi padre yo estaba en un semáforo, y él, en uncoche bajando la Quinta Avenida… Hace seis meses de eso. ¡Fin de la discusión!
Julia se encogió de hombros y bajó del estrado en el que estaba subida. Stanley la tomó de la mano y la abrazó.
- Cariño, todos los vestidos del mundo te quedarían divinos, yo sólo quiero que el tuyo sea perfecto. ¿Por qué no le pides a tu futuro marido que telo regale él?
- Porque los padres de Adam ya van a pagar la ceremonia, y yo preferiría que no se comentara en su familia que se va a casar con poco menos que una pordiosera.
Con paso ligero, Stanley cruzó la tienda y se dirigió a unas perchas junto al escaparate. Acodados en el mostrador de caja, los vendedores, enfrascados en suconversación, no le hicieron el menor caso. Cogió un vestido ceñido de satén blanco y dio media vuelta.
- Pruébate éste, ¡y no quiero oír una sola palabra más!
- ¡Es una talla 36, Stanley, ¿cómo quieres que me quepa?!
- ¿Qué acabo de decirte?
Julia hizo un gesto de exasperación y se dirigió al probador que Stanley le señalaba con el dedo. - ¡Es una 36, Stanley! -protestó mientras ya se alejaba.
Unos minutos más tarde, la cortina se abrió tan bruscamente como se había cerrado.
- Vaya, esto ya empieza a parecerse al vestido de novia de Julia -exclamó Stanley-. Vuelve a subirte en seguida al estrado.
- ¿Tienes una polea para izarme hasta ahí arriba? Porque como...
Regístrate para leer el documento completo.