las drogas
Caminando por el borde del canal, observó que la lluvia había hecho subir el nivel de las aguas, que golpeaban ellado del dique. Entonces se acordó de su padre y de las compuertas.
—Me alegro de que sean fuertes —se dijo a sí mismo—. Si se abrieran, ¿qué sería de nosotros? Estos hermosos campos quedaríananegados. Papá siempre habla de las «aguas furiosas». Supongo que cree que están enfadadas con él por mantenerlas a raya tanto tiempo.
De regreso, se paraba de vez en cuando a recoger las pequeñas yhermosas flores azules que crecían cerca del camino o a escuchar el suave corretear de los conejos sobre la hierba blanda. Y no podía evitar una sonrisa al pensar en su visita al pobre anciano que, ciego,tenía tan pocas satisfacciones y que tanto se alegraba siempre de verle.
De pronto se dio cuenta de que el sol ya se ponía y que la oscuridad iba creciendo.
«Mamá me estará esperando», pensó, y empezóa correr hacia su casa.
Justo entonces oyó un ruido. ¡Era el sonido de un goteo! Se detuvo y miró hacia abajo. Había un pequeño agujero en el dique por el que fluía el agua.
A todo niño holandés leasusta pensar que se abra una grieta en el dique.
Peter en seguida se dio cuenta del peligro. Si el agua sale por un diminuto agujero, éste se iría ensanchando y todo el país se anegaría. Lanzó suramo de flores, descendió hasta la base del dique e introdujo el dedo en el pequeño agujero.
¡El agua cesó de fluir!
—¡Oh! —se dijo—. Las aguas furiosas no pueden pasar. Puedo contenerlas con midedo. Holanda no se inundará mientras yo esté aquí.
Al principio todo iba bien, pero el frío y la oscuridad no tardaron en aparecer. El muchacho no cesaba de gritar:
—¡Venid, venid aquí! —chillaba. Peronadie le oía ni acudía a ayudarle.
El frío se hizo más intenso, el brazo le dolía y lo sentía rígido y entumecido. Volvió a gritar:
—¿Es que no va a venir nadie? ¡Mamá, mamá!
Su madre le había...
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