Las Hojas Secas

Páginas: 5 (1212 palabras) Publicado: 6 de noviembre de 2012
LAS HOJAS SECAS
El sol se había puesto. Las nubes, que cruzaban hechas jirones sobre mi cabeza, iban aamontonarse unas sobre otras en el horizonte lejano. El viento frío de las tardes de otoñoarremolinaba las hojas secas a mis pies.Yo estaba sentado al borde de un camino por donde siempre vuelven menos de los que van.No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entonces en alguna cosa. Mi almatemblaba a puntode lanzarse al espacio, como el pájaro tiembla y agita ligeramente las alas antes de levantar elvuelo.Hay momentos en que, merced a una serie de abstracciones, el espíritu se sustrae a cuanto lerodea y, repleglándose en sí mismo, analiza y comprende todos los misteriosos fenómenos de lavida interna del hombre.Hay otros en que se desliga de la carne, pierde su personalidad y seconfunde con los elementosde la naturaleza, se relaciona con su modo de ser y traduce su incomprensible lenguaje.Yo me hallaba en uno de esos últimos momentos, cuando sólo y en medio de la escueta llanuraoí hablar cerca de mí.Eran dos hojas secas las que hablaban y éste, poco más o menos, su extraño diálogo:-¿De dónde vienes, hermana?-Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de polvo y delas hojas secas, nuestrascompañeras, a lo largo de la interminable llanura. ¿Y tú?-Yo he seguido algún tiempo la corriente del río hasta que el vendaval me arrancó de entre ellégamo y los juncos de la orilla.-¿Y adónde vas?-No lo sé. ¿Lo sabe acaso el viento que me empuja?-¡Ay! ¿Quién diría que habíamos de acabar amarillas y secas, arrastrándonos por la tierra,nosotras, que vivimos vestidas de colory de luz, meciéndonos en el aire?-¿Te acuerdas de los hermosos días en que brotamos, de aquella apacible mañana en que, roto elhinchado botón que nos servía de cuna, nos desplegamos, al templado beso del sol, como unabanico de esmeraldas?-¡Oh! ¡Qué dulce era sentirse balanceada por la brisa a aquella altura, bebiendo por todos losporos al aire y la luz!-¡Oh! ¡Qué hermoso era ver correr el aguadel río que lamía las retorcidas raíces del añosotronco que nos sustentaba, aquel agua limpia y transparente que copiaba como un espejo el azuldel cielo, de modo que creíamos vivir suspendidas entre dos abismos azules!-¡Con qué placer nos asomábamos por cima de las verdes frondas para vernos retratadas en latemblorosa corriente!-¡Cómo cantábamos juntas imitando el rumor de la brisa y siguiendo elritmo de las ondas!


-Los insectos, brillantes, revoloteaban, desplegando sus alas de gasa, a nuestro alrededor.-Y las mariposas blancas y las libélulas azules que giran por el aire en extraños círculos, separaban un momento en nuestros dentellados bordes a contarse los secretos de ese misteriosoamor que dura un instante y les consume la vida.-Cada cual de nosotras era una nota en el conciertode los bosques.-Cada cual de nosotras era un tono en la armonía de su color.-En las noches de luna, cuando su plateada luz resbalaba sobre la cima de los montes, ¿teacuerdas cómo charlábamos en vez baja entre las diáfanas sombras?-Y referíamos con un blando susurro las historias de los silfos que se columpian en los hilos deoro que cuelgan las arañas entre los árboles..Hasta que suspendíamosnuestra monótona charla para oír embebecidas las quejas del ruiseñor,que había escogido nuestro tronco por escabel.-Y eran tan tristes y tan suaves sus lamentos, que, aunque llenas de gozo al oírle, nos amanecíallorando.-¡Oh! ¡Qué dulces eran aquellas lágrimas que nos prestaba el rocío de la noche y queresplandecían con todos los colores del iris a la primera luz de la aurora!-Después vino la alegrebanda de jilgueros a llenar de vida y de ruidos el bosque con laalborotada y confusa algarabía de sus cantos.-Y una enamorada pareja colgó junto a nosotros su redondo nido de aristas y de plumas.-Nosotras servíamos de abrigo a los pequeñuelos contra las molestas gotas de la lluvia en lastempestades de verano-Nosotras les servíamos de dosel y los defendíamos de los importunos rayos del sol.-Nuestra...
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