Las_horas

Páginas: 228 (56840 palabras) Publicado: 3 de octubre de 2015
Michael Cunningham

Las horas

Título original: The hours

Biografía

Michael Cunningham (Cincinnati, Ohio, 1955) se crió en Los Angelés. Es licenciado por la
Universidad de Stanford, y sus primeros relatos y novelas tomaron forma en el taller de
escritura creativa de la universidad de Iowa.
En la actualidad es profesor de escritura en la Universidad de Columbia en Nueva York, ciudad
dondereside.
Sólo han traducido al castellano sus novelas Una casa en el fin del mundo y De carne y hueso.
Su relato «White Ángel» fue seleccionado para la recopilación de Best American Short Stories.
En 1995 le fue concedido el Whiting Writer's Award. Con Las horas consiguió los premios
Pulitzer y PEN/Faulkner en 1999.

Prólogo

Sale precipitadamente de casa, con un abrigo demasiado grueso para el tiempoque
hace. Es 1941. Ha estallado la guerra. Ha dejado una nota para Leonard y otra para
Vanessa. Se dirige con determinación hacia el río, segura de lo que va a hacer, pero
incluso ahora, casi la distrae la vista de los Downs, la iglesia y las ovejas dispersas,
incandescentes, teñidas de una ligera tonalidad verdosa, que pacen bajo un cielo
encapotado. Se detiene, mira a las ovejas, mira al cielo yprosigue su marcha. Las voces
murmuran a su espalda; los bombarderos zumban en el cielo, pero busca aviones y no ve
ninguno. Se cruza con uno de los peones de la granja (¿no se llama John?), un hombre
robusto y de cabeza pequeña que lleva un chaleco de color p a tata y está limpiando la
zanja que corre por el mimbreral. El hombre alza la vista hacia ella, saluda con un gesto,
vuelve la miradahacía el agua pardusca. Al sobrepasarle, de camino hacia el río, piensa en
la suerte que él tiene, el triunfo que supone limpiar una zanja entre mimbres. Ella ha
fracasado. A decir verdad, no es una escritora en absoluto; no es más que una excéntrica
con talento. Reflejos del cielo brillan en los charcos formados por la lluvia de la noche
anterior. Los zapatos se le hunden levemente en la tierrablanda. Ha fracasado y ahora
vuelven las voces, que murmuran nítidamente fuera de su campo de visión, a su espalda,
aquí, no, se gira y se han ido a otro sitio. Han vuelto las voces y la cefalea se aproxima,
tan cierta como la lluvia, ese dolor que aplastará su identidad, sea cual sea y ocupará su
lugar. La cefalea se acerca y parece (¿Es ella o no es ella quien los conjura?) que los
bombarderos hanaparecido en el firmamento. Llega al terraplén, lo escala y desciende por
el otro lado del río. Hay un pescador a lo lejos río arriba... no la verá ¿O sí?. Busca una
piedra. La búsqueda es rápida pero metódica, como si estuviese siguiendo una receta que,
para que saliese bien, exigiese una obediencia escrupulosa. Escoge una que tiene el
tamaño y la forma aproximada del cráneo de un cerdo. Allevantarla y meterla con esfuerzo
en un bolsillo del abrigo (el cuello de la piel le cosquilleaba en la nuca), no puede menos de
advertir el tacto calcáreo de la piedra y su color marrón lechoso con pintas verdes. Está
cerca de la orilla del río que lame la ribera y llena las leves hondonadas de barro de un
agua clara que podría ser de un sustancia completamente distinta de la lámina, de un
marrónamarillento y de un aspecto sólido como una calzada, que se extiende plana, desde
una ribera a otra. Da un paso adelante. No se descalza El agua está fría pero no es un frío
insoportable. Se detiene con el agua hasta la altura de la rodillas. Piensa en Leonard.
Piensa en sus manos y en su barba, en sus hondas grietas alrededor de la boca. Piensa en
Vanesa, en los niños, en Vita y en Ethel: en tantaspersonas. Todas han fracasado, ¿no?.
De repente siente por ellas una inmensa pena. Imagina que se da media vuelta, saca la
piedra y regresa a casa. Probablemente llegaría a tiempo de destruir las notas. Seguiría
viviendo. Podría concederles esa deferencia última. Decide no hacerlo. Con las rodillas
hundidas en el agua móvil. Oye las voces. La cefalea se acerca, y si vuelve a confiarse al
cuidado de...
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