las moiras

Páginas: 5 (1224 palabras) Publicado: 10 de abril de 2013
Cuantos le oyeron quedaron edificados y maravillados. El obispo demostró que había vizcaínos que predicaban por lo menos tan bien como el. Y no hubo nadie que no calificase al clérigo de excelente predicador y además de tan erudito y versado en las sagradas escrituras que se las sabia de coro y las citaba en el texto original hebreo.
¿Quién sabe si fue milagro del altísimo? Lo cierto es que derepente, cuando descargaba en su lengua nativa aquel diluvio de vituperios sobre el obispo, el vizcaíno, con iluminación súbita y dichosa, volvió a recordar todo lo que del sermón le quedaba por decir. Inspirado además no menos dichosamente, exclamo:
-Hasta aquí jeremías, en sus trenos o lamentaciones.
Y luego prosiguió recitando con fogosa vehemencia y con primor y acierto el resto del sermónhasta llegar a lo ultimo.
El vizcaíno, viéndose en tamaño apuro, perdió por completo la cabeza, y dirigiéndose al obispo, que estaba el la silla episcopal, y hablándole con desenfado, con furia y con la intimidad archifamiliar del antiguo condiscípulo, aunque por fortuna en idioma vascuence, allí completamente ignorado, lanzo votos y reniegos, le denostó y le echo en cara que por culpa suya estabapasando las penas derramadas, puesto en berlina y amenazado de tener que apelar a una retirada vergonzosa.
Por fin, apareció en el pulpito nuestro vizcaíno y empezó su sermón con tal habilidad y gracia que la admiración, el asombro y el santo deleite henchían los corazones y los espíritus de todo el auditorio.
Pero ioh. Terrible desgracia Cuando el sermón iba ya mediado, quiso la suerte, omejor dicho, quiso la divina providencia que al vizcaíno, que se le sabia tan bien de carretilla, se le fuese el santo el santo cielo. Trasudaba, se retorcía, se angustiaba y se desesperaba, y todo en balde, porque no podía volver a coger el hilo. Sin duda, iba a tener que bajar del pulpito con el sermón a medio acabar. El descredito y la caída iba a ser espantosos. Y era lo peor que el sermónquedaba interrumpido en el momento de mayor interés y mas lastimoso: cuando el predicador acababa de ponderar los infortunios que dios había enviado sobre nuestra nación, o para probarla o para castigar sus muchos pecados, por medio de sequias, epidemias, guerras y malos gobiernos.
El obispo quedo complacidísimo; califico de admirable aquella oración pronunciada por su amigo, y se prometió y leprometió un triunfo estrepitoso. Enseguida anuncio que el predicador iba a ser su paisano, y lleno de orgullo patriótico dijo a sus familiares:
-ya verán ustedes lo que es bueno. Ya tendrán ustedes que confesar que este humilde sacerdote de mi tierra y de mi gente predica mejor que yo; es un nuevo Juan Crisóstomo, un radual de elocuencia y un pozo de sabiduría. En adelante no me embromaran ustedesafirmando que, exceptuándome a mi, no hay vizcaíno que predique.
Llenos de impaciencia estaban todos, ansiando oír predicar al vizcaíno. Llegaron por fin el día y la hora de la función. La catedral estaba de bote en bote. El obispo y los canónigos asistían en el coro con todo el aparato y la pompa que requerían las circunstancias. En el centro del templo y a no muy larga distancia de la catedral delespíritu Santo, se parecían las damas mas devotas y elegantes de la ciudad, lindísimas muchas de ellas, todas con basquillas y mantillas de blondas y con rosas, claveles y otras flores en la cabeza. Hombres y mujeres del pueblo llenaban las naves. Era extraordinaria y muy general la curiosidad de oír al nuevo predicador. Cuya buena reputación anticipada había cundido por todas partes.
Conextraordinaria repugnancia y miedo, por recelar que no podría aprender el sermón o que lo olvidaría después de aprendido, nuestro clérigo (¡tal era el afán con que aspiraba a complacer a su protección!) tomo en la memoria en dos días del sermón entero y sin titubear ni pararse, le recito como un payaso delante del obispo. Empleo estos otros dos días en enseñar al flamante predicador la entonación, el...
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