Las pelotas

Páginas: 6 (1399 palabras) Publicado: 8 de mayo de 2013
       EL ASESINATO DE ROBERTO CARMONA


    Cambié de canales buscando si las televisoras ayacuchanas reproducían la noticia propalada en la capital: Roberto Carmona había salido en libertad después de cumplir condena por delito de terrorismo. Y si la luz, el cielo, la claridad, los veía iguales,  ahora todo me era ajeno.
        A través de la persiana percibí la acera: rebosaba detranseúntes. ¿Si salgo a caminar me reconocerán? Mi cara era otra. Irreconocible, así estoy. Pensar así me tranquilizó. Para lo que he venido a Huamanga necesito  pasar desapercibido. Eso pensé mientras me colgaba en el hombro la cámara fotográfica, esa parte de mi disfraz, igual que mis anteojos.
      No conozco a nadie a quién preguntarle, eso supuse.  Y si  hubiese alguien, simplemente no podríahablarle. Todos estaban muertos para mí, menos Roberto Carmona.
       Cuando bajé a la primera planta, la administradora del hotel, me dijo con la expresión con la que se sonríe a los turistas:
         -Si quiere usted ver toda la ciudad debe subir al Mirador de Acuchimay, cualquier taxi lo puede llevar.
        Asentí sonriendo. No me era fácil disimular. Al hacerlo, con cinismo, me convencí deque lo haría en una situación más difícil.
        Me había alojado en un hotel a pocas cuadras de la Plaza de Armas. Al  bajar por la empinada calle Callao me topé con jóvenes que no habían nacido cuando acaeció lo que vine a buscar. ¿Hijos de quiénes eran? Sus cabezas rapadas, sus trajes coloreados. Atravesaron mi cuerpo con la mirada. Me crucé con un anciano que debía llevar sombrero. Unescaparate incomprensible. Taxis: pequeños autos amarillos, una mujer fumando en la calle, y las paredes sin las  pintas de antes. Mis ojos trataban de revivir lo que tanto me costó olvidar sin lograrlo.
       Compré un tabloide regional en un retablo andino que servía de quiosco de periódicos. Me senté en uno de los bancos de la plaza.  Contemplé la Catedral, los portales, la antigua sede de laUniversidad San Cristóbal. Abrí el diario. La misma noticia que oí en la televisión figuraba en la primera plana: Hoy, cierre de campaña de los candidatos que compiten por el Gobierno Regional.  A unos metros la estatua de Sucre me pareció más pequeña. Continué buscando inútilmente si en alguna parte del periódico se mencionaba la liberación de Roberto Carmona.  Nada. Fue iluso pensar que lomencionaran.
       Un lustrabotas me fijó la mirada como  reconociéndome. Brillaron sus ojos. Y me paré como si me alguien hubiese llamado por mi nombre. Y no me imaginé que pudiese tener tanto miedo. Cuando uno no quiere recordar empieza a imaginar.
         Dejé abandonado el periódico en la banca. Había llegado la hora.
        Pensaba encaminarme hacia la 9 de diciembre, ir al CRAS. Pero al pensarque todo pudiese volver a repetirse se me heló la sangre. Giré en mis talones y enmendé el rumbo. Me dirigí al jirón Asamblea.  
     Toda una vida se concentró en ese instante, en apenas un segundo. Escuché balazos que no se escuchaban. Balazos fantasmas. Segundos después volví a la realidad. Caminé por la arteria peatonal más concurrida de Huamanga. Y vi tiendas, y aparatos eléctricos que noexistían en mi época y televisores de pantalla plana y cámaras fotográficas y  celulares, laptops y fotocopiadoras y almacenes de ropa. Permanecí un rato contemplando las casonas antiguas transformadas en restaurantes turísticos, las iglesias cerradas con candados oxidados.  Me detuve un instante en una pequeña Feria del Libro. Y para disimular compré una postal de la Plaza de Armas. Me pregunté sino había dado ese paseo con el objeto de ser reconocido, como si sólo al ser reconocido por alguien pudiese realmente volver. Y, de pronto, como acudiendo a una invocación volví a la plaza apurando el paso. No era la plaza la que me llamaba. Paré un taxi y le dije aprensivamente al chofer:
        -Lléveme al cementerio.
      Mientras el auto caracoleaba por las calles, por un momento sentí...
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