Las Preciosas Ridiculas
y
MAROTTE.MAROTTE.- ¿Qué deseáis, señor?GORGIBUS.- ¿Dónde están vuestras amas?MAROTTE.- En su aposento.GORGIBUS.- ¿Qué hacen?MAROTTE.- Pomada para los labios.GORGIBUS.- Ya es demasiado unto; decidles que bajen.
Escena IV
GORGIBUS,
solo
GORGIBUS.- Esa bribonas paréceme que tienen ganas de arruinarme con su pomada. No veo por todas partes más que claras de huevo, leche virginal y milotroschismes que no conozco. Han consumido, desde que estamos aquí, la grasa de unadocena de cerdos, cuando menos, y vivirían cuatro criados, a diario, con las pezuñas decarnero que emplean.
Escena V
MADELÓN, CATHOS
y
GORGIBUS.GORGIBUS.- ¿Es muy necesario, realmente, hacer tanto gasto para engrasaros elhocico? Decidme, por favor: ¿Qué habéis hecho a esos caballeros que los he visto salircon tanta frialdad? ¿No os había recomendado que los recibierais como personas aquienes quería yo daros por maridos?
MADELÓN.- ¿Y qué estima, padre mío, queréis que hagamos de la conductairregular de esas gentes?GORGIBUS.- ¿Qué tenéis que decir de ellas?MADELÓN.- ¡Linda galantería la suya! ¡Cómo! ¿Empezar lo primero por elcasamiento?GORGIBUS.- ¿Y por dónde quieres entonces que empiecen? ¿Porel concubinato?¿No es una conducta de la que tenéis motivo para estar satisfechas, y tanto vosotras doscomo yo? ¿Hay nada más de agradecer que eso? Y ese lazo sagrado al que aspiran, ¿noes prueba de la honradez de sus intenciones?MADELÓN.- ¡Ah, padre mío, lo que decís es propio del último burgués! Meavergüenza oíros hablar de ese modo y debierais haceros enseñar el aire elegante delascosas.GORGIBUS.- No necesito ni aire ni canción. Te digo que el matrimonio es una cosasanta y sagrada, y que es obrar como gente honrada empezar por eso.MADELÓN.- ¡Dios mío! ¡Si todo el mundo se os semejase, se acabaría muy prontouna novela! Bonita cosa si Ciro se casara lo primero con Mandané y Aroncio contrajeracasamiento, sin dificultad, con Clelia.GORGIBUS.- ¿Qué me viene a contar esta?MADELÓN.- Padre mío,aquí está mi prima, que os dirá igual que yo: que elmatrimonio no debe nunca llegar sino después de las otras aventuras. Es preciso que unamante, para ser agradable, sepa declamar los bellos sentimientos, exhalar lo tierno, lodelicado y lo ardiente, y que su esmero consista en las formas. Primero, debe ver en eltemplo o en el paseo, o en alguna ceremonia pública, a la persona de la queestéenamorado, o si no, ser llevado fatalmente a casa de ella por un pariente o un amigo ysalir de allí todo soñador o melancólico. Esconderá cierto tiempo su pasión hacia elobjeto amado, haciéndole, sin embargo, varias visitas, donde no deje de sacar a colaciónun tema galante que espolee a las personas de la reunión. Llegado el día, la declaracióndebe hacerse generalmente en la avenida de algún jardín,mientras la compañía se haalejado un poco, y esta declaración ha de ir seguida de un pronto enojo, que se revele ennuestro rubor y que aleje durante un rato al amante de nuestra presencia. Luego,encuentra medios de apaciguarnos, de acostumbrarnos insensiblemente al discurso de su pasión, de obtener de nosotras esa confesión tan desagradable. Después de esto vienenlas aventuras, los rivales que seatraviesan ante una inclinación arraigada, las persecuciones de los padres, los celos cimentados en falsas apariencias, las quejas, lasdesesperaciones, los raptos y todo lo demás. He aquí cómo se ejecutan las cosas dentrode las maneras elegantes, y con esas reglas, de las que no se podría prescindir en buenagalantería. Mas el llegar de buenas a primeras a la unión conyugal, hacer al amor tansolo alconcertar el contrato matrimonial y empezar justamente la novela por la cola, osrepito, padre mío, que no hay nada más vulgar que ese proceder, y me dan náuseas solode pensar en eso.
GORGIBUS.- ¿Qué diablo de jerigonzas estoy oyendo? Eso es, realmente, granestilo.CATHOS.- En efecto, tío; mi prima da en el quid de la cosa. ¡El medio de recibir bien a gentes que son completamente chabacanas en...
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